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La gran broma ¿final?

1458822707_135120_1458822877_sumario_normalTony: El libro de claves, eso le dará el nombre que es.
Hackenbush: Pero si yo no tengo clave.
T: ¿Que no tiene libro de claves?
H: ¿Dónde venden eso?
T: Pues mire, por casualidad tengo yo uno aquí. Sí, tenga usted.
H: ¿Cuánto vale?
T: Es gratis.
H: ¡Oh! Gracias.
T: Solo un dólar por gastos de impresión.
H: Bueno, pues deme uno sin imprimir, que estoy harto de impresiones.

NURIA MUÑOZ | A diferencia de lo que le ocurría al Hugo Z. Hackenbush de la película Un día en las carreras, para leer a Philip Roth no hace falta ningún libro de claves. Otra cosa es que uno sea muy fan del de Newark y quiera el grado superior de literatura philiprothista; entonces, y solo entonces, debe leer Roth desencadenado, de Claudia Roth Pierpont, un ambicioso volumen que repasa la trayectoria vital y literaria del prolífico autor desde Goodbye Columbus hasta el ciclo final de Las némesis.

Exhaustivo, sistemático y rematadamente bien escrito, este Roth desencadenado puede volver loco al lector ocasional del autor, que corre el riesgo de ahogarse en el fino análisis literario realizado por la escritora y periodista Claudia Roth, que comparte apellido con el protagonista de su libro a pesar de no unirles, afirman ambos, ningún parentesco, sino una relación de amistad (Claudia es una de las contadas personas a las que el propio Philip ha dejado leer sus manuscritos antes de ser publicados).

Estamos, por tanto, ante un auténtico libro de claves de P. R., más que disfrutable si se conoce con cierta holgura la producción literaria del hacedor de Alexander Portnoy, aunque en modo alguno indispensable para entender su obra. Y es que a los libros de Philip Roth se puede acceder, como en un ascensor, por niveles de lectura: podemos bajar en el primer piso y disfrutar de uno de sus títulos de manera aislada, porque cuenta con una excelente maquinaria interna con todos los significados necesarios, porque se explica a sí mismo; o podemos apretar el botón de un piso superior y encontrar intersecciones en los conjuntos, personajes que se repiten, versiones contrarias de un mismo hecho, incluso trasuntos del propio autor.

Claudia Roth apunta más bien como público a este último grupo, ofreciéndole, en una interesante obra que tiene un pie en el ensayo y otro en la biografía literaria, una guía exhaustiva sobre la composición de cada uno de sus libros. Así, aparecen algunos aspectos íntimos de la vida del autor, pero plenamente justificados por su peso específico en la creación y desarrollo de tramas y personajes. Así, por ejemplo, se trata ampliamente el primer matrimonio del escritor de Newark con Maggie, cuya historia trasladó al libro Mi vida como hombre en un intento de exorcismo de los demonios del engaño (P.R. se casó con Margaret cuando ella le confesó que estaba embarazada, usando como prueba la muestra de orina que había comprado a una yonqui que sí lo estaba realmente; la tarde en que supuestamente se estaba sometiendo a un aborto la pasó en una sala de cine con programa doble).  

Mujeres, sexualidad, enfermedad, insatisfacción, judaísmo, solipsismo, amistad, admiración, engaño, muerte. Todo esto está en los libros de Roth, y también en este Roth desencadenado, que juega con el título de una obra protagonizada por su personaje más explotado, el escritor Nathan Zuckerman, un alter ego del autor que hizo posible que el público dejara de gritarle por la calle que dejara ya de meneársela, identificándolo con el protagonista de El mal de Portnoy. Este Zuckerman (encadenado) permitía a P.R. ahondar sobre todo en sus propios pecados en un método que él describe como “Yo soy el pollo, mira cómo me aso”, y es el eje sobre el que pivotan tres de las novelas más redondas del autor, las que forman parte de la Trilogía americana.

Claudia Roth tira del hilo de la memoria del novelista y pone cara y nombre a las circunstancias y personas que inspiraron creaciones como el Sueco Levov de Pastoral americana o el Coleman Silk de La mancha humana. Y saca a la palestra al Philip más intenso, el que dedicó tres de sus mejores títulos a cuestiones como el fanatismo, la culpa, la mentira o la traición, el que intentó contrarrestar la pésima imagen que ofrecía en un libro de su ex mujer escribiendo Me casé con un comunista.

Roth desencadenado descubre además a un autor profundamente preocupado por la estima de aquellos a los que él considera sus maestros (amén del omnipresente Kafka), como Saul Below o John Updike, con quien  mantuvo una inestable relación personal (Updike no aplaudía todas las publicaciones del de Newark) que se rompió finalmente tras la publicación del mencionado libro de memorias de la ex de Roth, Claire Bloom. Updike creyó a pie juntillas las acusaciones vertidas en el libro Adiós a una casa de muñecas, que afirmaban que Roth era un manipulador y un maltratador psicológico.

Philip Roth es siempre poliédrico. Para algunos es machista, rencoroso, mujeriego o adúltero, para otros, genio y filántropo (fue el artífice del Fondo Checo Ad Hoc, un sistema de padrinazgo económico de escritores de Praga por parte de autores norteamericanos en la década de los setenta), y en este libro se superponen, como en la vida real, todas las caras.

Yo por mi parte, no me resisto a fabular con la autoría de esta obra, pensando que Claudia Roth es su nueva Nathan Zuckerman, la que le ha permitido quebrantar su promesa de no volver a escribir. Una nueva broma de Philip Roth.

Roth desencadenado (Literatura Random House, 2016) de Claudia Roth Pierpont | 427 páginas | 24,90 € | Traducción de Inga Pellisa

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