JESÚS COTTA | Es para mí un auténtico honor presentar este libro en el que intervienen tres mujeres que aprecio con todo mi corazón, y las tres se llaman María. Dos de ellas son paisanas mías: María Zambrano y María Victoria Atencia.
A María Victoria Atencia la conocí con dieciséis años, siendo alumno del instituto Nuestra Señora de la Victoria, en Málaga. Mi profesora de literatura invitó a María Victoria y a Pablo García Baena a dar una charla. Yo no era consciente por entonces de que me hallaba ante dos Grandes; y, llegado el turno de preguntas, fui yo el único que las hizo; me sonroja recordarlas tanto como me conmueve el cariño con que los dos me respondieron y con el que, sin saberlo, me bautizaron como poeta.
La tercera mujer de este librito es la Virgen María, a quien está dedicada esta antología de poemas delicados y sublimes. La Virgen María, con nuestro Gonzalo de Berceo, está en los floridos orígenes de la poesía española. Precisamente era el libro de Berceo el que estaba leyendo en sus últimos días, en casa de Luis Rosales, nuestro Federico García Lorca, que tiene entrañables y poderosos poemas a la Virgen (Dios te salve, Anunciación,/ morena de maravilla) y dicen que, antes de morir, invocó a sus asesinos piedad en nombre de la Virgen. Y, en esa estela de juglares de la Virgen, acaba de salir a la luz, a cargo de los poetas José Julio Cabanillas y Carmelo Guillén, Nuestra Señora en la poesía española actual, una antología entre cuyos juglares figura en lugar destacado María Victoria Atencia.
Semilla del Antiguo Testamento recoge todos los poemas de la autora protagonizados por la Virgen María, con un estupendo y desconocido prólogo que años atrás le escribiera María Zambrano. María Zambrano llega a explicar cómo, de haber creído en la Virgen, Nietzsche podría haberse liberado de esa desgracia que en el fondo es el eterno retorno.
En los poemas de este libro primoroso y transparente una mujer pone voz a otra mujer, con un respeto y a la vez una naturalidad solo al alcance de un alma femenina; sus versos son ruiseñores espantando las tinieblas con su canto. Cada poema se refiere a acontecimientos históricos, pero cada una de sus palabras está por encima del tiempo, en un eterno presente donde el Cielo está abierto sobre la Tierra como el Mar Rojo. Los instantes que presenta, como labrados en marfil, son precisamente los más emotivos y hermosos de los Evangelios: los desposorios (el paso de una virgen predispone la tierra), la Anunciación (y quedó todo el cuarto/ suspenso en una paz que hizo crujir los quicios), el nacimiento en Belén, el anuncio a los pastores, la huida a Egipto… con delicadeza de fresco de Fra Angélico. Cada poema es la contemplación de un misterio y, a la vez, una oración. La autora misma ruega al principio del libro ofrecer estos versos como una plegaria para cuantos nos han abandonado con la pandemia.
La Virgen María representa lo más entrañable y simpático del catolicismo y, además, es reverenciada en todo el Islam como la mujer más importante del Corán. En estos versos la Virgen es una muchacha entrañable, una favorita del misterio, la cumbre de lo sublime, una Mater amabilis, una ninfa de Judea, la niña de los ojos de José, el sagrario viviente del Gran Poeta del Cosmos. Para cualquier poeta, como para cualquier pintor, ella es un reto: madre del Autor del Universo, pero a la vez una sencilla muchacha; pura poesía, pero con poder sobre todos los ángeles; hizo posible el acontecimiento cósmico de la Encarnación y, a la vez, es apenas un nombre en los libros de Historia. ¿Hay palabras adecuadas para representar a la favorita de los Cielos, que además es virgen y madre? María Victoria, en la estela de los escultores españoles, que logran aunar en sus vírgenes la máxima majestad con la máxima humanidad, lo ha logrado. Lo que hizo Luis de Morales con sus pinturas, lo ha hecho ella en sus poemas. ¿De qué mejor manera que con el siguiente verso puede una madre joven hablar con tanta autoridad como cariñosa familiaridad a un Dios que, hecho de ella, con sus primeros pasos tamborilea sobre la Tierra?: “échate a andar. Erguidos, te aleccionan los árboles”, los mismos que lo buscaban apuntando al Cielo y he aquí que lo tienen bajo su sombra, correteando.
Nadie crea que por ser poemas dedicados a la Virgen es poesía pía solo apta para católicos. Igual que Safo nos sigue hoy conmoviendo con su magnífico poema a Afrodita aunque nadie crea ya en Afrodita, el más ateo se emocionará con estos finos poemas de trazo firme donde una muchacha llamada María trata de tú a tú al Pantocrátor y lo lleva en su vientre, y como mujer embarazada que es, tiene de Él una experiencia que ni siquiera Él tiene. “a fin de cuentas/ él es Dios y no sabe de estas cosas”.
Son poemas, en fin, donde no hay una palabra de más: todas las palabras conforman un coro, trenzan una corona que en la primera lectura cautiva la sensibilidad y en la segunda el corazón. Hay poemas estupendos como “Árbol de Navidad”, o “El caballo”, que enlaza el presente con el Edén y el Génesis creador; o “Calla, bocina” (hazte cometa), “El viento” (toda una vía láctea de esplendor y silencio) y tantos otros.
Gracias, María Victoria, por estas rosas tan blancas.
Semilla del Antiguo Testamento (Fundación CEM, 2021) | María Victoria Atencia | Prólogo de María Zambrano | 126 páginas | 11.95 euros
Hola, Jesús. Soy Ángel Olgoso. Disculpa la intromisión en este medio: he estado buscando contactar contigo sin éxito. Me permití recoger tu guante y he escrito y publicado un libro de relatos más luminoso, «Devoraluces», entre cuyas citas iniciales van tus palabras. Sólo deseaba que lo supieras, y agradecértelo. Un abrazo.
Ángel, fue un placer reseñarte y más aún saber que mi reseña formó parte del misterioso impulso que lleva a un autor a crear una nueva obra. Por si lo deseas, este es mi correo: morsamor@hotmail.com
Ex corde,
Jesús Cotta