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Mírala cara a cara, que es la segunda

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El crimen del palodú

Julio Muñoz Gijón

Almuzara, 2013

ISBN: 978-84-15828-38-9

168 páginas

15 €

 

 

 

José María Moraga

Por utilizar un título clásico de Hombre G, “será esta noche”. Esta noche, a las 24:00 del 35 de abril, más de veinte mil bombillas se encenderán en la portada que da paso al Real de la Feria en Sevilla, dando comienzo a unos días mágicos de baile, vino, diversión, mujeres de flamenca, coches de caballos, farolillos, canis con sombrero blanco… y sevillanía rancia. Me ha parecido apropiado reseñar el acto social de hoy porque en él se ambienta precisamente una de las escenas más jugosas de la segunda novela de Julio Muñoz Gijón, alias @RancioSevillano, esta vez El crimen del palodú, capaz de trocar la Avenida Presidente Adolfo Suárez en la calle Elm de Dallas, y no cuento más…

Si hace año y medio Muñoz Gijón causó un terremoto a nivel local con aquel debut, El asesino de la regañá, cuya reseña no faltó en Estado Crítico, su éxito le ha permitido al menos un par de cosas. La primera, enmendar la precaria primera edición del libro con una más vistosa reedición en Almuzara y la segunda, asegurar la continuidad con una secuela de esta divertida historia “de procedimiento policial” a la sevillana. En esta ocasión, continúan las aventuras de Jiménez (el poli local) junto a Villanueva (el ‘outsider’ madrileño) que tan bien funcionaron en El asesino de la regañá a la caza y captura de aquel criminal en serie de sevillanas maneras. El crimen del palodú revela en su título la nueva arma homicida elegida por los asesinos garantes de la esencia eterna de la ciudad, a la vez que reincide en el tono satírico de la trama, los personajes y los diálogos que en la novela aparecen.

Sobre la idiosincrasia que informa la obra de @RancioSevillano ya hablé largo y tendido en la anterior reseña, a la que remito a los amables lectores. Sobre el mérito literario o el valor que estos libros puedan tener para quien no sea oriundo de o haya residido mucho tiempo en Sevilla no voy a insistir: hoy me propongo evaluar El crimen del palodú por lo que ofrece, además de en relación con su predecesora.

En ese sentido, conviene despejar de inmediato cualquier atisbo de ansiedad o duda: si te gustó El asesino de la regañá, El crimen del palodú te va a encantar. Los ingredientes son -en esencia- los mismos: mismos detectives, mismos crímenes sádicos que buscan limpiar Sevilla de moderneo y pamplinas, mismos chistes locales incomprensibles para el no iniciado pero hilarantes para quien está en el ajo… Salvo que no son los mismos exactamente. Son otros nuevos en la misma línea, y debo decir con alivio que el manantial de Julio Muñoz no se ha secado todavía. En otras palabras, si bien es cierto que El crimen del palodú es más de lo mismo respecto a El asesino de la regañá, cuando eso “mismo” es buenísimo no nos queda más remedio que aplaudir.

Si hay que medir el éxito o la calidad de un libro de humor por la cantidad de carcajadas que provoca, con El crimen del palodú me he reído todavía más que con el anterior, y recordad que entonces dije que no había parado de reírme en todo el libro. Sabemos, sin embargo, que eso no es suficiente porque entonces nos encontraríamos ante una mera recopilación de chistes o de monólogos, como las que a menudo publican los humoristas de la radio y la tele, y esta historia que @RancioSevillano ofrece contiene bastantes más cosas. Pese a lo evidentemente disparatado y episódico de la trama, pese al estilo casi exclusivamente dialogado (lo que no es diálogo está narrado o descrito de modo telegráfico), he encontrado El crimen del palodú “una mijita más hecho” que El asesino de la regañá, algo que se agradece especialmente en los espectaculares arranque y desenlace de la novela.

Si la primera parte tenía lugar durante la Semana Santa de Sevilla, esta segunda transcurre en la Feria, la otra cita grande de la capital andaluza, y tampoco olvida sacar a relucir diversos lugares y personajes claves como la Plaza de El Salvador, el bar de Pepe el Muerto, la playa de Matalascañas o el rockero Silvio. La mayoría de los que desfilan por sus páginas lo hacen con nombre supuesto (como ya venía ocurriendo): algunos repiten, como el periodista Álvaro Burguillos o el cantante José María Poto, pero esta entrega cuenta con gloriosas incorporaciones que pese a la tentación no voy a desvelar.

En definitiva, que El crimen del palodú supone no una digna continuación sino un paso adelante (igual que El imperio contraataca era mejor que La guerra de las galaxias… estamos de acuerdo, ¿no?), dejando en bandeja la conclusión de la trilogía, que llegará muy pronto con El prisionero de Sevilla Este. Solo tengo un ruego para el autor: que esa tercera novela suponga un cierre de verdad del arco argumental, para quedarnos con un buen sabor de boca y evitar que la serie continúe como los churros del Bar Comercio, devaluándose hasta perder la gracia. A cambio prometo estar muy atento a todo lo que Julio Muñoz Gijón publique, sea en la forma que sea. Cuando llegue El prisionero de Sevilla Este dentro de pocas semanas estaré bien predispuesto, mientras tanto… ¡a disfrutar de la Feria de Abril, que este año vuestro alcalde la ha puesto en mayo!

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