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Radiografía de un país

LUIS ANTONIO SIERRA | Hace unas semanas, nuestros vecinos del norte de África en Marruecos y Libia sufrieron la cruenta fuerza de la naturaleza. Sus desgraciadas consecuencias se vieron multiplicadas exponencialmente a causa de las políticas públicas aplicadas en estos países no solo desde aquellos tiempos en los que estuvieron colonizados por potencias europeas como España o Francia, sino también – y salvando las diferencias – desde que ambos territorios consiguieron su independencia. Tanto el terremoto de Marruecos (algo inevitable), como las riadas en Libia (esto sí que podía haber sido evitado) han provocado unas pérdidas humanas y materiales que podrían haberse paliado parcialmente si desde los poderes públicos se hubiesen aplicado de manera sistemática políticas en favor de la ciudadanía. En el caso de Marruecos, el abandono de la población rural por parte de las autoridades y la pobreza en la que la tiene sumida han contribuido a que la muy modesta calidad de las infraestructuras favoreciera que miles de casas prácticamente se desintegraran con los temblores, con terribles consecuencias en cuanto a pérdida de vidas humanas. En Libia el drama humanitario provocado por las riadas ha sido descomunal. Aquí la desastrosa intromisión de las potencias occidentales en la política del país, la guerra que siguió, la partición del país y la desintegración del estado son los ingredientes perfectos para un cóctel de devastación cuyas consecuencias todos conocemos: millares de víctimas mortales, otros tantos millares de desaparecidos y muchos más desplazados.

Pues bien, las causas de estos desastres están directamente relacionadas, aunque se trate de otra época, con la historia que Leila Slimani nos cuenta en Miradnos bailar, la segunda entrega de la trilogía que comenzó con El país de los otros y cuya tercera parte ansiamos ver publicada. Estudiosas del postcolonialismo como, por ejemplo, la filósofa india Gayatri Chakravorty Spivak ya alertaron en su día sobre los riesgos de que los países descolonizados repitieran los mismos esquemas/errores que sus colonizadores, esto es, que las estructuras sociopolíticas siguieran siendo las mismas – solo que ahora dirigidas por los locales –, en cuyo caso el proceso descolonizador quedaba totalmente devaluado. La novela de Leila Slimani nos cuenta precisamente eso, la consolidación del esquema de explotación capitalista representado por Amín, quien consigue convertir unas tierras áridas en una productiva finca agraria y pasa a formar parte de esa nueva élite burguesa marroquí que viene a sustituir a los colonos franceses que los precedieron. Como siempre, quienes salen perdiendo son los trabajadores que emplea Amín a quienes explota sin remordimientos. A pesar de tener un trabajo remunerado, los empleados viven en unas condiciones lamentables y nada higiénicas, hacinados y sin recursos para una atención médica decente o para dar una educación a sus vástagos. El dispensario que la mujer de Amín, Mathilde, levanta – aun sin ninguna formación para ello – basta para atenderlos en lo básico, pero cuando las cosas se complican, las posibilidades de acudir a un hospital o ser atendidos por un médico son más que escasas. Así, veremos que en una situación de emergencia sanitaria la todavía aspirante a doctora e hija de Amín y Mathilde, Aicha, se verá obligada a asistir en el parto a la mujer de un jornalero en la cabaña en unas condiciones lamentables.

Esta novela es también una muestra de las contradicciones de la sociedad marroquí tras una década como nación independiente. Nos encontramos a aquellos que se aferran al nacionalismo y las tradiciones más arcaicas, al tiempo que otros promueven una apertura hacia ideas de progreso y de libertad, incluso hacia posibilidades revolucionarias. Estas últimas se verán truncadas, entre otras circunstancias, por un muy efectivo aparato represivo del régimen representado en la novela por Omar, el hermano de Amín, quien cumplirá con la labor encomendada con eficiencia y con una ausencia total de remordimientos. La derrota de esos movimientos de renovación social dejará a quienes creyeron en ellos en una situación muy complicada: o abandonan sus aspiraciones, o se adaptan a la situación vigente. Este último es el camino que tomó Mehdi, el marido de Aicha, quien acabó por dejarse llevar por esa ola de advenedizos que se subieron al sistema y treparon y treparon hasta llegar hasta donde pretendían.

Indudablemente, Miradnos bailar es todo lo mencionado, pero todavía hay más capas que el lector tiene que deshojar: relaciones familiares tremendamente complicadas o incluso bizarras, la búsqueda y el ansia de libertad, conflictos de género, machismo, etc. Disfruten de esta magnífica autora, de esta obra y de otras delicias escritas por ella.

Miradnos bailar (Cabaret Voltaire, 2023) | Leila Slimani | Traducción de Malika Embarek López | 448 páginas | 23,95 euros

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