EDUARDO CRUZ ACILLONA | La poeta estadounidense y premio Nobel de Literatura 2020 Louise Glück ha repetido en varias ocasiones que la poesía, y por extensión la literatura, “es una venganza contra las circunstancias”, como si nos diera la generosa opción de vivir de nuevo escenas de nuestra vida que no fueron como las hubiéramos deseado en un principio. Hay quien lo llama desde hace un tiempo, hasta haberlo puesto irremediablemente de moda, “autoficción”. Yo prefiero denominarlo “darle una segunda oportunidad a la vida”.
No sabemos qué opción preferirá José Ovejero, uno de esos autores que, si por algo destaca, es por demostrar tener siempre llena la despensa de la imaginación, ofreciéndonos libros de relatos como Mundo extraño (ganador del premio Setenil en 2018 y también publicado por Páginas de Espuma), novelas como Humo o Insurrección, o poemarios como Mujer lenta (Premio Juan Gil-Albert 2018), además de ensayos y diversos acercamientos al teatro y a la literatura de viajes.
Tenemos que esperar hasta el último de los cuentos de Mientras estamos muertos para leerle, con tono confesional, que la escritura “es la forma que tengo de tejer los lazos invisibles a los que no he sabido o podido aferrarme en la realidad”.
Y esos lazos invisibles nos remiten, desde el primer relato, a su infancia, donde el autor confiesa que escribir “es rememorar justo aquello que desearíamos olvidar a toda costa”. En “Matar a un perro” se centra en el maltrato (golpes, humillaciones) de un padre hacia un hijo. En “Maneras de empezar una historia”, la mala relación del padre se extiende a su propia madre, la abuela del niño. Ahí el autor regresa a la reflexión / confesión para decirnos que lo malo de escribir “es que sabes que estás imponiendo a la vida una lógica y una estructura de la que carece”. Por el contrario, añade, “es lo bueno de escribir, que puedes ordenar el mundo, aunque sólo sea durante unas páginas”.
Con esos presupuestos, continúa diseccionando al niño que quizás fue desde la venganza muda contra un compañero de clase maltratador (“Lo que no se ve sí existe”), la vivencia de un momento histórico con ojos infantiles (“Yo brindé con champán el día que mataron a Carrero Blanco”) o la fascinación por uno de sus tíos (“Recuerdo del suicida”)
Y cuando ya estamos convencidos de que estamos ante un libro estrictamente autobiográfico, y que la portada del mismo es fiel reflejo de todo lo que está ocurriendo en su interior, nos sumergimos en la historia de una mujer en el transcurso de una larga noche (“Un elefante cae a la misma velocidad que una pluma”). El estupor ante el giro argumental o el hilo conductor que parecía venir teniendo el libro, se despeja en el siguiente cuento (“Todo lo que sucede a nuestro alrededor nos sucede a nosotros”), donde Ovejero nos regala una aguda y lúcida reflexión sobre la autobiografía, tomando como excusa el relato anterior, que le sucede a una mujer ajena al autor, a su familia y a su pasado, pero que también forma parte de su vida pues es una circunstancia más de todo lo que le rodea y, en consecuencia, le influye y condiciona.
A partir de ahí, el libro crece, camina por diferentes tonos y estilos, los relatos se rasgan las vestiduras y la estructura convencional del cuento pasa a formar parte del catálogo del olvido. La reivindicación de las personas por encima del colectivo y, a la vez, la innegociable defensa de la lucha social, se entretejen con recuerdos de la infancia, de paisajes de barrios donde la clase media estaba más medio vacía que medio llena. Anécdotas, sucesos que el autor extrae de sus propias vivencias para hacerlas universales y, por tanto, nuestras, de los lectores, como si estuviésemos leyendo nuestra propia autobiografía.
Y todo ello para terminar con una última reflexión que, como las anteriores, merecería figurar en cualquier manual de escritura creativa:
“…y dónde iríamos a parar si los escritores nos viésemos obligados a respetar la veracidad de los hechos, la cronología y las cadenas causales. Francamente, de hacerlo así, la literatura sería una mierda; una crónica de sucesos salpicada de metáforas”.
Toda una declaración de principios cuyos finales, obviamente, están en los magníficos cuentos de Mientras estamos muertos.
Mientras estamos muertos (Páginas de Espuma, 2022) | José Ovejero | 160 páginas | 17€