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Ciento volando

190522 Los Pájaros

INT. DESPACHO DE ALFRED HITCHCOCK. NOCHE.

Hitchcok cierra el libro que tiene entre las manos y lo deja sobre la mesa del despacho. En su cara se dibuja una sonrisa de autosuficiencia. Coge el auricular del teléfono y marca un número.

ALFRED: Evan*, lo tengo. Se titula “Los pájaros”. Es una novelita. De Daphne du Maurier, claro**. De quién si no. Léetela y olvídate por completo de la historia. Los únicos elementos que vamos a utilizar son el título y la idea de los pájaros atacando a seres humanos. Aparte de eso, vamos a empezar de cero y a crear una historia completamente nueva.

 EVAN: ¿Quieres hacer una película de final inquietante y de suspense?

 ALFRED: No. Quiero hacer arte puro.

Hitchcock cuelga el auricular. Sobre la pared blanca se refleja su característico perfil.

Fundido a negro.

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(*) Evan Hunter es el guionista de la película Los pájaros (1963)

(**) Hitchcock ya había adaptado con anterioridad otras dos novelas de la autora: Posada Jamaica (1939) y Rebecca (1940)

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EDUARDO CRUZ ACILLONA | Seguramente, si hacemos caso a la crítica especializada, Hitchcock lo consiguió: hizo arte puro. Pero digámoslo ya: el libro es mejor que la película. Como casi siempre. Cierto es, como decía el director de cine, que muy poco tiene la segunda del primero, tan sólo la excusa del ataque de unos pájaros enfurecidos y descontrolados, pero mientras parece que, en la película, Hitchcock lo único que pretende es hacer pasar un mal rato a una novata Tippi Hedren (por causas que no vienen al caso), en el libro la autora construye un sólido argumento de suspense que va creciendo en intensidad párrafo a párrafo sin dejar hueco a trucos de artificio ni a soluciones narrativas más propias de trileros que de novelistas. Cada página es un paso adelante en la angustia de los personajes principales (aparte de los pájaros, claro está), una familia con dos hijos que ve cómo, de la noche a la mañana, una bandada de pequeños pájaros se cuela en la habitación de los niños para atacarles sin justificación alguna.

Ese primer detonante dirige el foco de atención al personaje principal que no es una mujer, como en la película, sino el padre de la familia, que observa un horizonte plagado de gaviotas, como si estuvieran en formación a la espera de la señal de ataque, estudia sus movimientos y se lanza a una frenética aventura en solitario para proteger a los suyos. En su entorno, unos granjeros descreídos ponen el contrapunto a la historia como si del clásico cuento Los tres cerditos se tratara.

Como trasfondo subyace una enérgica crítica a la dejadez del gobierno británico para con los suyos, su incapacidad para reaccionar ante unos ataques que no son de animales sino que tienen que ver con la II Guerra Mundial, la impotencia de comprobar cómo, hasta la única vía de información y de conexión con el exterior que tienen, la radio, se queda muda ante la creciente amenaza de los pájaros. Más preocupados por defender Londres que la periferia del país, los gobernantes dejan a su suerte a sus conciudadanos sin más armas ni recursos que la improvisación.

Y en cuanto al ritmo de la novela, uno de sus mayores aciertos. Daphne du Maurier retrata de manera precisa un escenario cada vez más acotado, más reducido, más angustioso y donde la libertad de movimientos de los personajes se ciñe a los periodos de tiempo en que las gaviotas y demás amenazas voladoras parecen tomarse un respiro.

Lo que comienza siendo una lectura pausada (“Hasta entonces el otoño había sido suave, apacible. Las hojas, de un color rojo cobrizo, no se habían caído de los árboles y los setos todavía estaban verdes. La tierra era rica allí donde se había labrado”), va tornándose en apremio y el lector, sin darse cuenta, va recorriendo las páginas del libro cada vez a mayor velocidad, contagiado de la angustia de los personajes. He ahí la clave de una buena novela de suspense.

INT. DESPACHO DEL RESEÑISTA. NOCHE

Un gorrión se posa sobre el alféizar de la ventana. La luz interior hace que sobre la pared contraria del patio se proyecte la sombra del pájaro con un tamaño cercano a los dos pisos. El reseñista no dormirá bien esa noche.

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NOTA FINAL: Para quien quiera seguir leyendo a esta magnífica autora, la editorial El Paseo publicó en 2017 Los pájaros y otros relatos, con un exquisito prólogo del filósofo esloveno Slavoj Zizek, y en 2018 la novela corta Monte veritá, ambas obras traducidas por Miguel Cisneros.

 

Los pájaros (Gallo Nero, 2018) | Daphne du Maurier | 72 pags. | 18€ | Ilustraciones de Pablo Gallo | Traducción a cargo de Mª Carmen de Bernardo, Blanca Briones, Almudena Cazorla, Elena Fresco, Ana González, Elisa Lobato y María Retamero (alumnas del curso de traducción de Billar de Letras)

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