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El fútbol según Pardeza: «humani nihil a me alienum puto»

JUAN CARLOS SIERRA | Entre mis conocimientos más que pedestres acerca del mundo del fútbol, jugar a pie cambiado significa algo así como poner a un zurdo cerrado a correr la banda derecha, me imagino que para aprovechar la rosca en los centros al área rival -o vaya usted a saber-. En cualquier caso, esté en lo cierto o no, se trata de una especie de anomalía, de una incoherencia balompédica -pero qué es coherente en este deporte-, ya que en principio la banda izquierda estaría diseñada para los zurdos y la derecha para los diestros.

Que el libro que nos ocupa en esta reseña se llame precisamente A pie cambiado y que esté escrito por el exfutbolista Miguel Pardeza (La Palma del Condado, Huelva, 1965) apunta desde el mismo título a una anomalía similar, en concreto a que quien corre aquí la banda izquierda de los párrafos y de la tinta es un diestro cerrado de la pluma y de la prosa. De modo que, de entrada, no estamos ante un libro normal ni ante un escritor común, y mucho menos ante un futbolista o exfutbolista al uso. Esto último ya se aprecia en algo a priori obvio, pero que la realidad editorial suele pasar por alto: el hecho incontestable de que los textos sean responsabilidad del mismísimo Pardeza, que sea él sin tutelas quien los escriba, firme y sancione, no es muy habitual entre los libros en cuya portada aparece impreso el nombre de un futbolista o exfutbolista.

Lo anómalo no se detiene en este hecho, ya que en Miguel Pardeza reconocemos al menos tres rarezas más: para empezar, estamos ante a un gran lector, hecho bastante exótico dentro del mundo balompédico; a esto hay que unir su condición de meritorio conocedor de la Literatura y de su historia; finalmente, podemos apreciar en él a un escritor brillante con buena mano para la prosa de los “sucesos consuetudinarios que acontecen en la rúa”, pero sin pasarse, sin caer en lo pedante o en lo empalagoso, un autor con una habilidad extraordinaria para la frase extensa y ágil sin necesidad de aportes auxiliares de oxígeno, a lo que suma un pulso y una precisión de cirujano para la adjetivación imaginativa, exacta y certera.

Pero las singularidades en Miguel Pardeza van más allá de estos últimos asuntos que podríamos encasillar dentro de lo estilístico. El exmadridista y exzaragocista además observa la realidad, en particular la del fútbol, tema central del libro que nos ocupa, desde una perspectiva alternativa, desde la mirada trasversal y a veces esquinada propia de quien conoce y reconoce los lugares en sombra del mundo del fútbol, ese universo en el que el ahora escritor se jugó algo más que el prestigio y la fama estando en activo y que ahora observa desde la privilegiada grada de la jubilación temprana de cualquier jugador que no responda al nombre de Dani Güiza. Ya sea en el vestuario, rodeado de grandes estrellas o pegado al más humilde utillero, ya en la distancia que permite el retiro del césped, Pardeza escribe en A pie cambiado sobre la intrahistoria del fútbol, sobre las tripas de los vestuarios y la soledad de los despachos, como el del entrenador, y muy especialmente se ocupa de algunos personajes peculiares por su ternura, por su grosería, por sus supercherías, por su nobleza,… En definitiva, a propósito o con la excusa del fútbol, Miguel Pardeza trata sobre todo aquello que independientemente del ámbito en que nos hallemos forma parte de la naturaleza humana, para bien o para mal.

No existe  idealización en estos textos recogidos bajo un título tan pertinente como A pie cambiado. El escritor onubense no tira de melancolía ni de añoranza ni mucho menos de la mitificación de un abuelo Cebolleta cualquiera, sino que trata de mostrar con nitidez y sin confetis desde una perspectiva crítica, la suya, la complejidad de la vida alrededor del fútbol, sus miserias y sus virtudes, que como acabamos de apuntar es trasunto de la vida en su totalidad. No tengo claro que al fondo de este libro se encuentre aquella célebre frase de Albert Camus: “Lo que más sé, a la larga, sobre la moral y los deberes de los hombres se lo debo al fútbol”, pero lo que sí parece evidente es que desde la parcela que ocupa el fútbol en nuestra vida cotidiana y desde un tratamiento a medio camino entre el amor y el desencanto, Pardeza nos proporciona unas cuantas lecciones bien provechosas sobre “la moral y los deberes de los hombres”, y sobre la vida en general.

De las 47 entradas de las que consta A pie cambiado es difícil destacar alguna por encima de las demás –cada uno tendrá sus favoritas-. En cualquier caso, resultan particularmente interesantes o emotivas las que se van de excursión por la infancia del hijo de un mecánico y de un ama de casa de La Puebla del Condado o las que abordan el paso de ese niño a la adolescencia y a la primera juventud alejado, por mor del fútbol, de su familia y habitante de un mundo repleto de grandes conceptos entre los que destacan los de responsabilidad y sacrificio, valga la redundancia en este caso. El sentimiento de pérdida, literal y metafórico, sí que se encuentra al fondo de algunos de los textos más relevantes de A pie cambiado; un sentimiento que provocará una manera de estar en el mundo, en concreto en el mundo del fútbol, una postura incómoda, crítica y extrañada que condiciona esa mirada saludablemente descreída que predomina en el libro de Pardeza que estamos reseñando.

De modo que quien vaya buscando en A pie cambiado un libro convencional sobre fútbol, es decir, laudatorio, fascinado, épico o legendario, muy probablemente se va a quedar corto, ya que este conjunto de colaboraciones periodísticas de Miguel Pardeza va bastante más allá de esas expectativas algo chatas; puede incluso que quede algo decepcionado, salvo que se cuente, como nuestro escritor, entre quienes firmarían lo que Publio Terencio Africano escribió en su comedia Heautontimorumenos (año 165 a.C.), aquello de que “nada humano me es ajeno”, ni siquiera cuando se habla de fútbol.

A pie cambiado (Cuaderno de un futbolista desencantado) (El Paseo Editorial, 2023) | Miguel Pardeza | 139 páginas | 19.95 euros | Prólogo de Ricardo Álamo

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