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Ellas también miran a la oscuridad

Damas oscurasCAROLINA EXTREMERA | En el año 1848, Kate y Margaret Fox, dos hermanas que vivían en Hydesville, Nueva York, aseguraron que podían establecer contacto con un hombre que había sido asesinado en su casa. Para demostrarlo, realizaron la que se conoce como la primera sesión de espirtismo y la que estableció cuáles serían las reglas de las seánces tal y como hoy las conocemos. Se dice que los victorianos -y como reflejo también sus contemporáneos estadounidenses- tenían una gran fascinación por la muerte, tanta que en esa época proliferaron nuevos símbolos en los cementerios, además de las famosas fotografías de difuntos. Este nuevo respeto por la muerte, unido a un alejamiento progresivo de las religiones convencionales, condujo a un deseo de comunicarse con los que se habían ido y llevó también a la creación de la tabla de Ouija.

El siglo XIX es, por tanto, el siglo de lo oculto. Esas sesiones de espiritismo eran habitualmente conducidas por mujeres a través de las cuales se expresaba el fantasma -se ha hablado de la pasividad de la médium como un trasunto de la pasividad sexual- y eran sobre todo realizadas entre mujeres. De hecho, se sabe que se condujeron seánces en la Casa Blanca durante este siglo y ambas fueron orquestadas por las primeras damas, la esposa de Abraham Lincoln y la de Franklin Pierce. El ocultismo estaba considerado un asunto femenino. Parece que aquí hay un error, ¿verdad? ¿Qué pasa con Conan Doyle y con Yeats, por ejemplo? Me corrijo. El ocultismo fue un asunto de mujeres mientras se trataba de un entretenimiento o una superstición, pero se convirtió en un asunto de hombres en el momento en el que se revistió de pretensiones científicas.

En cuanto a la literatura de terror, tradicionalmente hemos conocido siempre los relatos de Edgar Allan Poe, los de Arthur Machen, de Dickens e incluso los de Henry James, pero en la época victoriana no solo hubo furor por el ocultismo, sino que también fue una época de florecimiento de la literatura femenina. Como se indica en el prólogo de Damas oscuras, se puede comprobar este hecho en las publicaciones de la época, como Temple Bar, Argosy o All the Year Around (editada esta última por Dickens) que contaron en numerosas ocasiones con la colaboración de diversas autoras. Juntando estas premisas, es loable y necesaria esta selección que ha realizado la editorial Impedimenta, donde encontramos autoras muy conocidas como Charlotte Brönte, Elizabeth Gaskell, Willa Cather o Vernon Lee junto con otras menos renombradas que también hicieron incursiones en lo sobrenatural.

En Damas oscuras encontramos exactamente lo que hemos ido a buscar: historias de fantasmas de una variedad asombrosa narradas en toda una escala de tonos desde el inocente hasta el irónico pasando por el solemne y el aleccionador que acumulan todos los elementos posibles que un lector de cuentos góticos podría desear. Hay páramos neblinosos, mansiones antiguas y desoladas, viajes exóticos, niños enfrentados con fantasmas, caballeros valientes, damas en apuros, caballeros en apuros y damas valientes, espectros, animales encantados, leyendas, criptas. Algunos de los espíritus son malignos, otros dignos de lástima y atormentados e incluso está el que solo es una sugerencia entrevista por un niño o un perro. Es asombroso cómo toda esta fantasía está sin embargo perfectamente insertada en las más férreas costumbres victorianas y plagada de carruajes, vestidos, levitas, candelabros e iglesias. En mi caso, este libro es un ejemplo absoluto de mi zona de confort.

Si profundizamos en su lectura, encontramos aún más detalles. Muchos de los espectros solo son criaturas condenadas a esa condición a causa de un quebrantamiento de las leyes rígidas de la moral victoriana, que en estas historias se ve muchas veces desafiada o, al menos, puesta en duda. En varios de los relatos encontramos damas que hablan en contra de las convenciones sociales u hombres que, después de comentar la debilidad femenina, quedan indefensos ante lo sobrenatural, así como otras mujeres que salvan la situación con ayuda de su abnegación o amor y, mis favoritas, esas anfitrionas perfectas que no van a permitir que un fantasma fastidie a sus huéspedes. Al estar ordenados de manera cronológica, se observa una evolución en el tono de los relatos. Comenzamos con absoluta seriedad –las historias de Elizabeth Gaskell o Rosa Mulholland son totalmente canónicas– y continuamos después viendo que cada vez se introducen más detalles en la trama –como en el caso de Vernon Lee o Margaret Oliphant– hasta que se va llegando el final del siglo y la ironía ocupa un lugar más prominente –extraordinaria es la disertación sobre religión desde el punto de vista sarcástico de Lanoe Falconer-. Como curiosidad, apuntar que casi siempre que se habla de un hecho sobrenatural, los primeros que están dispuestos a creer son los sirvientes, mientras que los miembros de las clases más altas permanecen escépticos hasta que sucede lo inevitable.

Creo que es bastante evidente el tipo de persona al que está destinado este libro. Si son ustedes amantes de la literatura de fantasmas, aquí tienen una buena oportunidad de disfrutar del género. La gran ventaja de Damas oscuras es que los cuentos que contiene no son los de siempre, ni siquiera de los mismos autores, por lo que se disfruta del ambiente decimonónico al que estamos acostumbrados pero sin la repetición de otras antologías.

Damas oscuras (Impedimenta, 2017), de Varias autoras | 528 páginas | 27 euros

admin

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