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Ensayo sobre el ombligo

MAGALLANES«Todos los hombres y todas las naciones están dispuestos a creer lo que les aprovecha».

MANUEL MACHUCA|Excelente ensayo novelado del escritor alemán en torno a la figura de uno de los personajes más enigmáticos y grandiosos de la historia naval, el portugués Hernão de Magalhaes, transmutado luego en Fernando de Magallanes por aquello de las bajezas patrioteras hoy tan en boga, que de un noble sentimiento de pertenencia y comunidad se ha transformado en un supremacismo tan agresivo y mortal como hueco y vulgar.

Confiesa Stefan Zweig en el prólogo que el sentimiento que le movió a escribir sobre la figura del navegante luso fue el de la vergüenza, la que le produjo su impaciencia a la séptima u octava jornada de la travesía que le llevó a cruzar el océano Atlántico por primera vez. Una vergüenza que en otro sentido y con similar intensidad me contagió como lector cuando intenta analizar lo que se dice en torno a la gesta que Magallanes y sus hombres protagonizaron hace ahora quinientos años. Porque, como afirma el escritor alemán, «ya se sabe que el nacionalismo es una cuerda que aun la mano más grosera es capaz de hacer vibrar sin gran trabajo». Y si además, en Este País -sí, digo en Este País para que se jodan los nacionalistas de este país- la mano grosera pertenece a los historiadores… apaga y vámonos.

La primera vuelta al mundo es una de las más grandiosas hazañas realizadas por el ser humano. Sin duda, superior a la llegada a la Luna, pues no se pueden comparar ni la duración del viaje, ni la tecnología empleada, ni los conocimientos previos ni sus consecuencias sobre la humanidad. Si Zweig llega a acompañar a Armstrong y sus colegas en el viaje de cuatro días de duración al satélite, con certeza no habría sentido la impaciencia que le avergonzó cerca de las costas del país en el que decidió despedirse del mundo por la vía rápida.

Antes que a devotos de la Historia, «esa eterna crónica del dolor humano y de la humana capacidad de sufrimiento», tal y como la define Zweig, recomendaría este libro a consumidores de bibliografía sobre autoayuda, liderazgo y demás zarandajas. Porque Magallanes no fue únicamente quien descubrió el paso entre el océano Atlántico y el Pacífico, el estrecho que lleva su nombre, sino que, sin pretenderlo, como tantas cosas que hacen los verdaderos héroes, fue el precursor del Mindfulness y demás ciencias homeopáticas de la rama psico y sociológica. Si alguien está pensando en leer a Goleman o a Kabat- Zinn, les sugeriría que primero leyeran acerca de la imponente figura Magallanes a través de la apasionada pluma de Zweig. Es muy probable que después no les interese la Socio-homeopatía. A pesar de que el escritor alemán deja traslucir una innegable subjetividad en los hechos, favorables al padre de la travesía, sin duda lo prefiero, y lo tengo por pecado venial de novelista, a lo que escriben historiadores como los que señala el autor, esos que defienden que a la Historia le es indiferente cómo suceden las cosas porque siempre se pone de lado del vencedor.

Zweig, de religión judía, encuentra similitudes en la figura de Magallanes y en la de Moisés, en sus travesías por los siete mares y en la del otrora príncipe egipcio por el desierto. Ambos, para conseguir sus fines, tuvieron que cambiar de nacionalidad; ambos recorrieron de forma errática sus respectivos desiertos, uno de agua y otro de arena; ambos sufrieron la rebelión de los mediocres y la castigaron con “ejemplaridad” y audacia; ambos no sucumbieron a la impaciencia y lograron conducir con mano firme a sus seguidores hasta la Tierra Prometida, Sevilla (capital económica de Este País en la época) e Israel; y ambos fallecieron antes de llegar a la meta cuando el fracaso había dejado de ser una probabilidad.

La proeza que dirigió Magallanes fue inmensa. En poco más veinticinco años, los que van desde la llegada de Cristóbal Colón a América hasta el arribo de los dieciocho supervivientes de la flota que dio la vuelta al mundo, Europa transita de la Edad Media a la Edad Moderna. No solo se demuestra de manera fehaciente que la Tierra es redonda; llegan a conocerse sus verdaderas dimensiones, y demuestran, con el arribo a Cabo Verde en una de sus últimas etapas un día de la semana antes de lo que decían las cuentas, que el planeta no es estático, sino que gira alrededor de su eje, y que viajando hacia occidente se le gana un día de vida a la eternidad.

Un libro este para leer y reflexionar. Porque no solo ensalza la figura de un héroe, sino que nos señala, a nosotros, los europeos, muchos de nuestros defectos como civilización. Una civilización que nunca civilizó allá donde fue, sino que esquilmó en nombre de la codicia de sus gobernantes, a los que poco les importó el progreso o la ciencia, tan solo las ganancias. Es la economía, estúpido, que hubieran dicho mucho antes que Bill Clinton los reyes Manuel I de Portugal o Carlos I de España.

Resulta muy agradable -nacionalistas de Este País, si han llegado hasta aquí, no sigan- leer sobre acontecimientos históricos de tu propia nación -¿o es estado?, ¡qué lío!- por alguien ajeno. Conocer el papel de Sebastián Elcano en la travesía, y contrastarlo con el de Fernando de Magallanes, es, en clave nacionalista, como comparar el callejón que en mi ciudad lleva el nombre del luso con la calle y el monumento que homenajean al navegante vasco, un hombre al que solo la desgracia de los demás puso al frente de la mayor gesta náutica de la humanidad, realizada, eso sí, bajo pabellón español.

Este libro es, en resumen, un homenaje en la persona de Magallanes a los auténticos héroes que son capaces de cambiar el curso de la humanidad sin importarles el precio a pagar, que suele ser su vida. Y también un tributo a la humanidad, con su capacidad de sufrimiento y perseverancia, con su ambición y crueldad, con hombres en los que es su esencia como seres humanos mucho más importante que los lugares donde hayan nacido. Una proeza que, frente a la ambición de las naciones, unió bajo la desgracia y la gloria a marineros de toda raza y procedencia y que tiene una metáfora inconmensurable: la primera persona que de verdad dio la vuelta al mundo no fue Magallanes ni Elcano y los otros diecisiete supervivientes. La primera persona que por primera vez circunnavegó el planeta fue un esclavo, Enrique, el siervo de Magallanes, traído de las Molucas y que regresó a su tierra para no volver. Un esclavo, el más humilde de entre los humildes, fue el primero. Toda una lección para los que nos amenazan con dentelladas de nacionalismo.

Magallanes. El hombre y su gesta | (Capitán Swing, 2019) | Stefan Zweig| 264 páginas| 17,00 € |Traducción de José Fernández

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