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Lección de madurez

ROCÍO ROJAS-MARCOS | Empezar a leer un poemario es siempre avanzar intentando encontrar en esos versos aquello que necesitamos, aquello que nos falta o que nos sobra, eso también. En cualquier caso, leer poesía es leernos a nosotros mismo a través de las palabras de otro. Así, al abrir este libro publicado por Tatiana Beca, ya desde su título sabemos que tenemos la tarea de enfrentarnos a la tristeza cotidiana en forma de palabra. Con el paso de los años he aprendido que hacerse mayor, no quiero escribir envejecer, significa aprender a vadear los temporales, aprender a levantarse de una caída, a salvar un tropiezo. El paso del tiempo, como dice el título de este libro, solo sirve para prepararnos a disimular la tristeza, y esa es la fuerza que sostiene cada uno de los versos de Tatiana Beca.

Leo en el diccionario que disimular significa ocultar con astucia lo que se piensa o siente, y la alusión a la astucia me hace reflexionar, entonces, sobre su importancia. Sobre el matiz de que ese ejercicio consciente y voluntario de ocultar la realidad viene a enseñarnos a actuar. Me planteo si la vida según estos términos no es más que una gran representación teatral, si no vivimos cada uno de nosotros como los figurantes de un show en el que no sabemos quién es Truman, es decir, que vivimos una vida, pero aparentamos otra. Esto nos haría tener que reconocer que esa vida sería una secuencia constante de ficciones encadenadas y nosotros los mejores actores, disimuladores natos. Pero pensar la vida en esos términos sería un drama. Así que mejor replanteemos estas premisas, porque los versos de este poemario son el manual de instrucciones para un duelo. Son el ejercicio literario de encontrar aquellas palabras que dan forma a un dolor que desgarra desde dentro, de ahí que aprender a expulsarlo sea necesario, de ahí el poder catártico de la literatura, lección bien enseñada desde la antigüedad que debemos hacer en soledad. Podrán ofrecernos herramientas, podrán darnos un abrazo o sonreírnos amablemente, pero al final del día seremos cada uno de nosotros los que hayamos superado un día más. Así Disimular la tristeza es en toda su dimensión ese duelo que su autora afronta. La vemos temblar como el pajarillo que aparece en algún verso intentando alzar el vuelo, como las hojas mecidas por el aire de un Madrid frío que se convierte en el escenario de algunos de esos momentos de resarcimiento.

Con un lenguaje poético diáfano, sin dobleces ni sobras, Tatiana Beca traza una línea dividida en cinco momentos, cinco paradas por las que transcurrirá ese estado de aprendizaje hacia la edad adulta del disimulo. Nombrados por parejas de palabras que se complementan en su similitud, empieza el libro con Romper/Romperse, primera parada de ese tránsito en el que la autora destroza la voz poética de un yo débil que a continuación se reafirma en la siguiente parte al decir claramente No/Nunca, como declaración de intenciones. Así, el tercer conjunto de poemas Ira/ Se irá, ya anda hacia el horizonte en movimiento, pero además lo hace jugando con las palabras, pues una simple tilde cambiaría el significado de esa Ira para ser Irá, verbo ir en futuro. Finalmente, las dos últimas secciones tituladas Tristeza/Transitar y Vuelvo/Vuelo son el desenlace, la reconciliación de la voz que ha venido resonando en cada uno de los versos anteriores consigo misma. Ahora sabe que puede transitar desde la tristeza hacia un vuelo de vuelta que la haga empezar de cero. Sabe que va cargando con sus tristezas, esas que ha aprendido a disimular, pero siendo una nueva voz que reencontrará la palabra necesitada cada vez que la necesite. Las lecciones difíciles no se olvidan, no es verdad que el tiempo pueda con todo, tal vez amortigua, pero no borra, eso nunca, y, además, para qué querríamos olvidar, solo caeríamos de nuevo. Así que mejor aprendamos a disimular como propone Tatiana Beca, pero no olvidemos que aquello pasado forma parte de lo que somos.

Disimular la tristeza (Editorial MaLuma, 2024) | Tatiana Beca Osborne | 84 páginas |15€

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