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To K or not to K (ésa no es la cuestión)

…algunos dicen que los campos de concentración ya han sido construidos

MARK FISHER

ALFONSO GARCÍA-VILLALBA | Te puedes poner (si tienes un rato) a pensar que Mark Fisher, en realidad, escribe sobre la depresión: un bucle que (con recurrencia) impregna sus páginas (y que deviene tema que, en cierto modo, articula su producción: ¿era el propósito de MF?). Puedes comprobar que el autor habla (por ejemplo) de la neurosis y el agotamiento que invade a un individuo-tipo dentro de la sociedad contemporánea (no es difícil cuando la incertidumbre o el miedo te rodean como si fueras un habitante de Numancia en el año 133 a.C.: seguramente sabrás que los numantinos prefirieron suicidarse antes de rendirse a las tropas imperiales de Roma). Puedes ver (también) el modo en que Fisher (a su modo un suicida numantino) denuncia el pensamiento dominante que nos susurra que la depresión es algo exclusivamente biológico (y que escapa a la realidad circundante: a la precariedad laboral y un futuro incierto, por poner tan solo un par de ejemplos):

“La biologización química de la enfermedad mental es, por supuesto, estrictamente proporcional a su despolitización”.

Uno de los ensayos presentes en K-Punk – Volumen 2 lleva por título “Capitalismo y trastorno bipolar”. En él, con claridad, se aprecia cuál es la postura de Fisher: su denuncia  hipercrítica de la responsabilidad del capitalismo sobre la salud mental de los ciudadanos (un sistema [sí] que nos imita si viene al caso o que nos fagocita y canibaliza en modo Saturno [si es necesario]):

“(…) el capitalismo reproduce y se alimenta, a la vez, de los estados de ánimo de la población. Sin delirio y confianza, el capital no podría funcionar”.

Y si la depresión (como decíamos) no es algo exclusivamente químico o biológico, deberíamos ser conscientes de que tiene que ver (cómo no) con cuestiones de carácter social: causas que pretenden ser silenciadas, mutiladas del discurso que política y medios nos brindan, eliminando la responsabilidad que el sistema tiene sobre la conciencia de los individuos.

Hablar o incidir (o caer en la reiteración de) que la obra ensayística de Mark Fisher es una reflexión (queramos o no) sobre las patologías del espíritu en el ser humano en la actualidad está, si nos acercamos a sus textos, completamente justificado (y, más aún, en un tiempo en el que esas dolencias parecen acrecentarse debido a la situación que vivimos a nivel global, a consecuencia de la explosión en nuestras caras de una pandemia que tatúa en mente y estómago unos caracteres bien conocidos: SARS-CoV-2).

K-Punk es (al igual que Los fantasmas de mi vida o Realismo capitalista, otros títulos del autor) una suerte de fotografía panorámica de la sociedad: en la imagen distinguimos a la perfección que la depresión es un agente (tóxico) que habita el sistema neoliberal postfordista (y, en consecuencia, infecta a la colectividad). Asimismo, euforia y disforia piden la vez dentro del espectáculo cotidiano (nosotros nos dejamos llevar por el vaivén…): la tarea de Fisher aquí es la de denunciar esa situación (la depresión cultural del sistema: el modo en que la cotidianidad nos fatiga y nos aturde: Fisher sabe [como pocos] hacerlo con sencillez y claridad…).

– Y si quieres hablar de depresión, ¿por qué no hablas de The Cure?

“No importa si todos morimos: la impía trinidad de The Cure” es el texto que (dentro de K-Punk) reflexiona sobre la banda liderada por Robert Smith. Fisher utiliza algún que otro fragmento de las letras de la banda para articular su discurso. Las que siguen (por ejemplo):

“I must fight this sickness. Find a cure”

¿Está Fisher utilizando la música para ilustrar ciertas afecciones del alma que tienen que ver con la influencia del sistema en nuestras cabezas?

Respuesta: Sí.

Así que la realidad circundante influye en nuestro estado de ánimo (y la música lo que hace es canalizar corazón y alma de la sociedad…). Y sus reflexiones (las de MF) en torno a la música presentan (en muchos casos) connotaciones políticas, a la vez que sus cavilaciones en torno a la política inciden en el modo en que ésta condiciona (o pone como un trapo) la psique colectiva.

Podemos leer la obra de Mark Fisher como una suerte de continuum en el cual se indaga sobre los desequilibrios emocionales que surgen en nuestro mundo. Así es. Y tanto música como política le sirven para tal fin. Además de lamentar (en la conversación que mantiene con Simon Reynolds en el libro y que con certeza se recoge en sus páginas) el modo en que la música de baile, en nuestros días, carece del espíritu con el que hasta no hace mucho contaba y que podía tener un componente terapéutico para los trastornos del ánimo (léase montaña rusa emocional):

“(…) la música dance ya no provee el tipo de alivio que alguna vez brindó a través de la catarsis colectiva”.

Para Fisher la música es (o era, más bien):

“(…) un tipo de laboratorio que (…) enfocaba e intensificaba las convulsiones que la cultura estaba atravesando”.

A decir verdad, habitamos una realidad que nos controla (y el autor lo sugiere a cada momento: tanto en sus textos políticos como en sus textos musicales): el individuo es asediado constantemente. Tal vez Mark Fisher, siendo consciente del asedio que veía venir, decidió adoptar una actitud numantina y no sucumbir a las tropas imperiales de ese Kapital (con K) al que alude en más de alguna ocasión a lo largo de los artículos recopilados aquí. De ahí que, en 2017, se quitara la vida: tal vez porque, más que un ser químico, Mark era un ser social y se dio cuenta del modo en que su sistema nervioso estaba siendo reprogramado (por el sistema) y (él: MF) no deseaba que así fuera.

K-Punk – Volumen 2. Escritos reunidos e inéditos (Música y política) (Caja Negra Editora, 2020) | Mark Fisher | Traductor: Fernando Bruno | 544 páginas| 27€

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