0

Vidas complicadas

LUIS ANTONIO SIERRA | Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la preponderancia en el mundo occidental de la civilización anglosajona y, por extensión, de su cultura – más concretamente la norteamericana – hace que el conocimiento que tengamos de su tradición literaria sea considerablemente más amplio que el que pudiéramos tener de otras que, bien por cercanía cultural, o bien geográfica, nos deberían ser mucho más familiares. Así, es incontable la presencia en nuestras librerías de narraciones escritas en la lengua de Shakespeare – o traducidas desde ella – y nuestro conocimiento sobre sus autores es sensiblemente mayor que, por ejemplo, el que pudiéramos tener sobre nuestros vecinos portugueses o sobre aquellos con quienes compartimos la lengua de Cervantes. Asimismo, a este predominio anglosajón también contribuye la amplia difusión de otros productos culturales como el cine hollywoodense que inconscientemente nos impone una visión del mundo que no se corresponde necesariamente con la que podríamos tener a este lado del Océano Atlántico.

Por ello, al leer novelas como Betty, de Tiffany McDaniel, no sentimos extrañeza cuando nos sitúan en una geografía alejada de la nuestra pero cuyos nombres – California, Ohio, … – nos resultan tan familiares como si la acción se desarrollara en Aragón o en Extremadura; o nos mencionan a tribus de nativos norteamericanos como los Cheroquis como si lo estuvieran haciendo sobre cualquier minoría racial de nuestro país. Sin duda, este conocimiento puede contribuir – o no – a una mejor comprensión de la novela, pero lo que hace grande a Betty no es eso, sino el tratamiento que la autora hace sobre temas universales que nos interpelan independientemente de nuestro trasfondo cultural, lingüístico o social. Si todo esto lo aderezamos con un lenguaje muy cuidado, unas descripciones muy pulidas, o unos diálogos que transmiten con toda crudeza el estado de sus personajes, nos hallamos ante un artefacto literario de mucha calidad tanto en su fondo como en su forma.

En esta novela, McDaniel echa la vista atrás para entender mejor su relación con el mundo. Lo hace tomando como personaje principal a su madre, Betty, hija de un matrimonio mixto entre una mujer blanca, Alka, y un hombre cheroqui, Landon. El punto de partida ya es problemático por sí mismo: en la Norteamérica profunda y rural de los años 50 ese tipo de uniones conyugales eran socialmente rechazadas. De hecho, el racismo es un elemento omnipresente a lo largo de la novela y será la propia Betty quien nos cuente cómo lo sufrió en el colegio y cómo lo afrontó con decisión y valentía, entendiendo esa discriminación como algo antinatural.

Por otro lado, Betty refleja feminismo por los cuatro costados y no solo a través del personaje central, sino también de otras mujeres de su familia como su propia madre o sus hermanas, Flossie y Fraya. Aunque pueda parecer una contradicción, la fuerza que destilan todas estas mujeres, víctimas de abusos sexuales dentro del ámbito familiar, es capaz de contrarrestar, afrontar y deslegitimar esa cultura de la violación tan arraigada y naturalizada en ese contexto social, y que desgraciadamente continúa sucediendo, aunque en menor medida.

Esta novela es también lo que en términos literarios se conoce con términos más o menos pomposos como Bildungsroman, o Coming-of-age, lo que en nuestro idioma llamaríamos novela de aprendizaje. Así, acompañamos a Betty desde su más cándida infancia hasta el momento en el que, más o menos, ha adquirido las herramientas necesarias – aunque básicas – para enfrentarse o, más bien, sobrevivir con dignidad a una realidad, a un mundo bastante hostil para personas como ella. A Betty el refugio de la escritura y la imaginación, la tradición cheroqui transferida por su padre y la capacidad de convivir con la naturaleza la salvan a pesar de que su infancia y adolescencia hayan transcurrido entre crueldades, abusos y traiciones. Su padre, Landon Carpenter, con sus luces y sus sombras, es un personaje trascendental para ella; es un elemento crucial en su proceso de madurez. Quizás sea uno de los pocos personajes masculinos respetables, un ser de ternura, de amor hacia los suyos y hacia el mundo, una persona que sirve de inspiración para otras. Landon se encuentra, por muchos motivos, a años luz de otros hombres como su suegro o su hijo, inmersos en ese mundo patriarcal de abusos tan común en esos tiempos y que desafortunadamente sigue presente en la actualidad a pesar del buen trabajo del feminismo.

Betty (Hoja de Lata, 2022) | Tiffany McDaniel |Traducción de Ignacio Gómez Calvo | 528 páginas | 24,90 euros.

admin

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *