ROCÍO ROJAS-MARCOS | Hace rato que intento encontrar la manera de empezar a escribir una reseña del poemario Todas las veces que el mundo se acabó de Olalla Castro, pero creo que la desazón ha podido conmigo, o tal vez soy consciente de que hay veces en que no es necesario añadir una sola palabra más a aquello que ya ha encontrado la forma poética para ser contado. Quizás ese sea el caso de este libro destilado y cortante que tengo entre manos. Olalla Castro ha sabido encontrar las palabras necesarias y exactas para darle forma a lo que mejor venimos sabiendo hacer los seres humanos desde el principio de los tiempos: acabar con nosotros mismos, inventar maneras de sufrir, de hacer que otros agonicen y, muy especialmente, anunciarlo y narrarlo. ¿Cuántas veces desde el principio de los tiempos se ha escrito el final, cuantas predicciones, visiones o textos proféticos nos han anunciado el último segundo agónico de nuestra existencia? Infinitas tal vez.
Así, Olalla Castro en este poemario con el que se alzó con el II Premio Internacional Ciudad de Estepona en 2022 y con el II Premio Ciudad de Churriana de la Vega en 2023, intenta poner orden a tanto final predicho. Es tarea titánica, pues se nos ha dado muy bien tanto contar lo que iba a pasar, como superarnos a nosotros mismos a la hora de ejecutar dichas predicciones. La destrucción de todo aquello que nos parezca diferente o incómodo ha sido sistemáticamente ejecutada, el miedo pánico extendido, la muerte regalada a manos llenas. Olalla Castro hace un recorrido exhaustivo por todas esas veces en que logramos terminar con el mundo, para continuar escribiendo poemas en los que descubre que a pesar de todo aquí seguimos inventado maneras. La capacidad de resistencia que tenemos es insólita y ella, teniendo el lenguaje como única herramienta para enfrentarse a ese caos, intenta, como apuntaba anteriormente, una labor titánica: recordárnoslo. Es consciente y reconoce las limitaciones a las que se enfrenta: solo tiene las palabras y el tiempo pasado simplemente viene a certificar cada una de las veces que hemos terminado con el mundo poniéndole mucho empeño, Para qué buscar señales del fin/ponerle fecha,/indagar en profecías, predicciones,/si el fin es esto/-limo bajo los pies, ojo cerrado-/ que desde el principio de los tiempos/se repite, dirá uno de los poemas para explicar de una manera sencilla, sin alardes ni intentos de trampa o trampantojo, que vivimos porque vamos hacia el fin y que el fin está ya instalado entre nosotros, que somos extraordinariamente diestros en lograr que ese final sea cada vez más trágico casi cada día.
Como si todo lo que asusta/ no pudiera tocarse alargando los dedos./Como si todo lo que asusta/no estuviese ya aquí, dicen los versos finales de otro de los poemas, y de nuevo nos recuerda que somo los únicos responsables de cada uno de los fines del mundo diarios que vemos por televisión, que leemos en prensa, que intentamos revestir de catástrofe natural, cuando la realidad es que todo está aquí a nuestro lado desde el primer día, le hemos ido dando nombre y forma, incluso sonido, pero a fin de cuentas no cambia nunca, Nuestra historia es la historia /del avance del daño, sentencia y me temo que como vengo diciendo no puedo añadir mucho más en esta reseña ¿de que serviría una palabra más a lo que ya está dicho?
Todas las veces que el mundo se acabó (Pre-Textos, 2022) | Olalla Castro |112 páginas | 17€