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De Mallorca al cielo

ALEJANDRO LUQUE | El mercado editorial, que como todo el mundo sabe nada tiene que ver con la literatura, nunca deja de sorprender. A mí en concreto me fascina el modo en que encumbra a determinados nombres para luego dejarlos caer limpiamente en el olvido, como si no tuvieran ya nada que decir y casi como si no hubieran existido. El caso más llamativo tal vez sea el de Francisco Umbral, que tanto espacio ocupó durante dos décadas, y que ahora es apenas una anécdota en un programa de televisión. Ni siquiera el reciente documental que se le ha dedicado parece que pueda volver a ponerlo en circulación, aunque nunca se sabe.

Hay muchos más nombres que tuvieron su momento de gloria y ahora duermen el sueño de los justos. No digamos los iberoamericanos. ¿Alguien se acuerda, por ejemplo, de Adriano González León, de Manuel Scorza, de Abel Posse, de Manuel Puig…? ¿Alguien los lee? Bueno, digamos que nadie se acuerda de nadie hasta que se acuerda. Un veterano periodista cultural barcelonés, Sergio Vila-Sanjuán, se ha acordado de Baltasar Porcel. Otro escritor que destacó a partir de los años 60, que llegó a ser firma estrella en ABC y La Vanguardia, que formó parte de la exitosa escudería de Planeta y se codeó con la crema de la intelectualidad de su tiempo. Sin embargo, desde su muerte, hace solo 12 años, es carne de librería de saldo y su nombre se ha difuminado hasta la irrelevancia total.

Vila-Sanjuán era el autor indicado para un libro como este, pues además del trato personal con Porcel y el acceso a muchos de sus amigos y colaboradores posee una visión amplia de la vida cultural catalana desde el Franquismo a nuestros días. Evitando meterse en el jardín de una biografía completa, que sería demasiado compleja o casi inabarcable, en El joven Porcel contempla solo sus años de despegue, la forja de esa pluma brillante que partiría de su pueblo mallorquín, Andratx, para conquistar Barcelona y España en una carrera meteórica. “Tenía mucha ambición”, recordaría el crítico y editor José María Castellet, “pero le faltó un poco de satisfacción”.

En su ascenso tendrá que ver su personalidad seductora y su verbo aguerrido, pero también, desde luego, la figura de la novelista Concha Alós, amor prohibido antes que esposa, dos veces ganadora del Plantea –aunque solo una subió al marcador–, sHegún se nos cuenta. Tampoco tuvo poco protagonismo en su despegue el gran escritor mallorquín de la época, Llorenç Villalonga, si bien, como sucederá a menudo en la andadura de Porcel, el cariño acabó enfriándose. Otras personalidades que desfilan por estas páginas son Camilo José Cela, quien explotó a Porcel como solía y llegó a tener con él alguna sonada bronca, que se recondujo luego a un tono afectuoso; o Josep Pla, con quien llegó Porcel a proyectar un libro, pero de quien acabó distanciándose.

Junto a una obra literaria muy estimable, tanto en catalán como en castellano, el personaje central del libro destacó también en el campo del periodismo, especialmente como reportero de viajes y entrevistador para las revistas Destino y Serra d’Or, esta última impulsada por los monjes de Montserrat pero de gran alcance y ambición. Además de su probada capacidad para ambos géneros, en los que no dudaba en asumir un inusual protagonismo, se propuso configurar un canon catalanista de su tiempo, una galería de imprescindibles que ha soportado la prueba del tiempo. Salvador Espriu, Pau Casals, Joan Miró, Mercè Rodoreda y otros muchos pasarán por sus manos con resultado desigual, pero todos irán apuntalando una carrera sólida.

Todo ello lo va desgranando Vila-Sanjuán con precisión, gracias en parte al acceso al archivo y correspondencia de Porcel, entre intrigas de poder político y editorial, viajes extraordinarios para su tiempo –llegó a pasar varias semanas en China, escribiendo un libro sobre el gigante asiático– y una buena descripción del clima revolucionario que se respiraba en el mundo en aquellos convulsos años.

La cuestión catalana, cómo no, está muy presente en todo el relato. Porcel, buen estratega, va a saber moverse con tacto en ese bosque, pero en una charla que pronuncia en 1970 en el madrileño Club Pueblo parece fijar su idea del nacionalismo. “En Cataluña han existido y existen separatistas. Como existen coleccionistas de sellos, espiritistas y vendedores del cupón de los ciegos. Como existen en Madrid o en Valladolid conspicuos varones anticatalanes cuya única obsesión es la de confinar a los catalanes en cuantas prohibiciones idiomáticas y administrativas sea posible: son estos los otros separatistas”.

¿Sigo? Sigo: “En su mayoría, los catalanes son separatistas si se les obliga a la fuerza a ser unionistas. En todo caso, la cuestión solo podría ser seriamente replanteada después de un periodo de libertad total. Europa está a las puertas (…) El problema de Cataluña no es el separarse de nada, sino el de internacionalizarse, el de unirse, dialogar, negociar, darse a conocer, dentro de España y hacia el mundo. Pero para conseguir ese reconocimiento necesita antes afirmarse, reconstruirse, obtener todas las posibilidades sociales y culturales que no tiene hoy”.

¿Se habrán olvidado de Porcel en Cataluña, incluso en su propio grupo editorial, no porque no tenga ya nada que decir hoy, sino precisamente porque, como sucede con los buenos escritores, todavía puede seguir iluminando debates del presente? ¿No tendría nada que decir ante el devenir de los pueblos del Mediterráneo?

Justo cuando cierro esta reseña, me informan de que una pequeña editorial se ha hecho con los derechos de la obra de Porcel, o al menos de varios de sus libros. Es otra de las curiosidades del mercado: cuando menos te lo esperas, te saca de la oscuridad.

Reseña publicada anteriormente en la revista M’Sur.

El joven Porcel (Destino, 2021) | Sergio Vila-Sanjuán | 384 páginas |19,95 euros

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