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El horror, el horror…

JOSE TORRES | En 1889, Josep Conrad, nos narró la historia de Marlow, el introvertido y enigmático capitán de un barco que, remontando el ignoto río Congo, llevó a los lectores a un viaje inolvidable por El corazón de las tinieblas. Aún no se eche el lector las manos a la cabeza. No es la intención de este humilde reseñista comparar la obra maestra del escritor polaco con Esta herida llena de peces, primera novela de la escritora colombiana Lorena Salazar Masso. Y, sin embargo, rehuida la comparación, sí subsiste en esta también novela fluvial ese viaje al origen y el horror de la violencia, esos personajes superados por la inmensidad de la naturaleza y sus enigmas, esa travesía de autoconocimiento por parte de una protagonista siempre en el alambre del grito y la desesperación.

Una madre blanca, y un hijo negro viajan en una barcaza por el caudaloso río Atrato, a través de la exuberante selva colombiana. El río como camino, destino y hábitat de estos dos personajes desarraigados, que no pertenecen a ningún lugar salvo a sí mismos. Siempre en movimiento, deshabitados de la tierra y sus raíces. Excluidos, exiliados, en busca de un terruño donde afincarse. El desarraigo que conlleva la violencia, la marginación y el racismo es uno de los grandes argumentos de la novela.

Los acompañan otros pasajeros a los que la madre va contando su historia y la del inocente niño que la acompaña, su destino y también los recuerdos de su infancia, esa vida anterior que quizá fue dichosa en algún momento. Nuestro Marlow femenino, traza así su relato, ayudado por la prosa lírica y onírica de Lorena Salazar, y en el que la naturaleza es un personaje más, identificándose con los personajes e interactuando con ellos. Y todo ello, la travesía, la barcaza, el destino incierto de madre e hijo, enmarcados en el contexto de la violencia, sin rostro ni identificación clara en la novela, que azota desde hace demasiados años al país colombiano. Una violencia que salpica a los trágicos pasajeros, que intuimos, sospechamos, a lo largo de la lectura; un uniforme verde oliva apenas intuido en la vegetación, una lancha militar amarrada en la orilla, unos disparos lejanos, una presencia evidente pero informe en los sucesivos amarres de la barcaza en poblados perdidos, en los que conoceremos a esas víctimas invisibles y sin nombre que malviven en el corazón del conflictos y que al final se convierten en asépticas cifras sin rostro que pueblan los libros de historia. Pero Esta herida llena de peces es también un poderoso retrato de la maternidad y de las contradicciones de la naturaleza humana, y un afilado canto a la sonoridad femenina. La novela ensalza, pondera, reivindica el hermanamiento femenino, la alianza entre mujeres como antídoto contra la destrucción y la violencia. Y el horror, al fin, ese tigre agazapado que nos ha acompañado en la lectura por el corazón de la selva colombiana, aparece al fin y se cobra su tributo. ¿Qué nos queda cuando nos convertimos en víctimas, cómo construir, recomenzar, rehabitarnos, cuando esa hidra nos arranca aquello a lo que nos aferramos para ser nosotros mismos?

Esta herida llena de peces no tiene respuesta para estas preguntas, pero sí consigue que, tiempo después de haber acabado su lectura, nos sigamos preguntado qué haríamos nosotros, qué materiales nos definen, y cómo conseguiríamos sobrevivir a ese encuentro con el corazón de las tinieblas.

Esta herida llena de peces (Tránsito Editorial, 2021) | Lorena Salazar Masso | 161 páginas | 16,90 €.

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