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Sobre realidad y ficción

El móvilRAFAEL ROBLAS CARIDE | Hará apenas un par de semanas que recibía en mi correo electrónico un chivatazo cibernético. La eficaz alarma me informaba así sobre una amable seguidora de Estado Crítico que quería compartir sus impresiones acerca de la novela Hombres buenos, de Arturo Pérez Reverte, al pie de la crítica que servidor tituló “Aventuras en la RAE”, y que fue publicada en mayo de un ya lejano 2015. MJosé –que así se llama la lectora- escribe lo siguiente: “Llevo varios días buscando el retrato del matrimonio Dancenis y resulta que es pura ficción. Oiga, con el Arte no se juega. Menuda tomadura de pelo, qué enorme decepción… No leeré más a este autor. Para el que le guste. […] Hombres Buenos de Pérez Reverte no me gusta nada, nada. [No me gustan nada] las novelas donde [se] mezcla ficción con realidad. Qué caos existencial, qué decepción. ¡Es todo una mentira! Me siento que me han tomado el pelo”.
Hasta aquí nada que objetar y mucho que agradecer, que para gustos están los colores y cada cual es libre de elegir y, por supuesto, de leer aquello que más le plazca. Aunque, como quiera que uno es de naturaleza educada y gusta de contestar a todo aquel que sacrifica parte de su tiempo en escribirle, aunque sea de manera indirecta, es preciso que le confiese a MJosé que su breve apunte sobre la citada obra de Pérez Reverte me ha servido de mucho a la hora de valorar y de digerir el relato de Javier Cercas que, en su reciente reedición, va a protagonizar la crítica de hoy: El móvil. Vaya, pues, por delante mi expresa dedicatoria a nuestra seguidora por si esta reseña le hace recapacitar y variar de este modo su radical postura acerca del sentido de la narrativa, en particular, o de la Literatura, en el aspecto más general de la palabra, en cuanto a que representa una expresión concreta del Arte, con mayúsculas. Si no es así, al menos MJosé tendrá como réplica una reseña completa y no un escueto par de líneas a pie de página, que también resulta un aliciente la recomendación de un nuevo libro al que poder acercarse.
El móvil es uno de los primeros relatos escritos por Javier Cercas. Fue publicado junto a otros cuatro más por Sirmio en 1987, y en 2003 Tusquets lo reeditó en solitario como novela corta.  Hoy, gracias a la reciente adaptación cinematográfica rebautizada como El autor -dirigida por Luis Martín Cuenca y protagonizada por el ascendente actor asturiano Javier Gutiérrez– ha sido rescatada nuevamente por Penguin Random House, en magnífica edición de pasta dura con posible vocación de best seller, según confirme o no la novelería patria. El paralelismo entre libro y película podría constituir una sugerente línea argumental de la presente reseña, máxime cuando tanto la portada como la camisa del volumen reproducen sendos fotogramas del filme; sin embargo, prefiero –en homenaje a MJosé- detenerme en el equilibro realidad-ficción desde la perspectiva del novelista, objeto de la trama sobre la que Javier Cercas construye su relato.
Y es que el protagonista de la narración en tercera persona es un trasunto paródico del propio Cercas, un aprendiz de escritor que persigue su obra más perfecta con obstinado tesón y trabajo. Así, tras la reflexión teórica que constituye el primer capítulo del libro, Álvaro –que así se llama el alter ego de Cercas-, al descubrir que la pureza de la –de su- Literatura reside en la novela, inicia una febril carrera en pos de escribir su ambicioso relato, no dudando para ello en traspasar todos los límites de lo ético y lo moral. Así, se entromete en la vida de sus vecinos del bloque con el fin de apropiarse literalmente de sus vidas, grabando sus conversaciones, espiando sus acciones, aprovechándose y utilizando sus influencias o inmiscuyéndose en sus intimidades, para obtener una fuente de inspiración real… ¿o tal vez era con el maquiavélico fin de que lo escrito en su novela se correspondiese con la realidad circundante, confirmando así la perfección de la obra?
De este modo, la vida de Álvaro y su escritura –su realidad y su ficción- llegan a confluir tan peligrosamente que la locura y el desastre no tardan en aparecer:
Confesaron su preocupación por Álvaro, de un tiempo a esta parte lo encontraban desmejorado, tanta soledad no podía sentarle bien a nadie.
La soledad linda con la locura –dijo el hombre, como si repitiera una sentencia preparada con antelación para ese momento.
Efectivamente, el escritor en el que quiere convertirse Álvaro sucumbe, no únicamente ante la soledad a la que alude el vecino, sino también ante el peligroso error de concebir la novela con un apego exagerado hacia lo real, error por otra parte de ascendencia decimonónica. Sumergido en esa demencia que desdibuja los contornos de lo que le rodea, Álvaro olvida que la novela –la Literatura- es el resultado de una operación mental creativa, donde la fantasía y la recreación de la realidad resultan fundamentales. La razón se desboca quijotescamente y, de manera paródica, Cercas agudiza en el personaje de Álvaro tics obsesivos que, en una escalada sucesiva, van desde la buscada relación sentimental con la portera para conocer las interioridades de los habitantes del bloque hasta el aprendizaje pormenorizado de las tácticas ajedrecistas que le permiten congeniar con el viejo Montero, pasando por la grabación de las discusiones de sus vecinos, los Casares, al objeto de transcribir sus diálogos y riñas en su novela.
Por supuesto, este peso de la realidad en el acto de la creación literaria es totalmente exagerado. Créame, estimada MJosé: si efectivamente ocurriera así, en el peor de los casos, tendríamos un excedente más que perceptible de novelistas majaretas o hijoputas –en la acepción de la palabra más cercana al Álvaro de El móvil-, hecho que afortunadamente no se cumple, al menos por el momento. Por otro lado y en la otra balanza de dicha hipótesis -esto es en el mejor de los casos o en el menos traumático para la sociedad- la novela se convertiría en un género sin sustancia que confluiría en el caudal de la narración histórica o de la crónica y que desaparecería finalmente.
Quiero pensar, amiga MJosé, que la intención definitiva de Javier Cercas en El móvil –me niego a destripar la historia- no es otra que la de agradecer a la Literatura en general y al género novelístico en particular ese maravilloso espacio entre la realidad y la fantasía que le ofrece al escritor unas posibilidades inmensas de entretener al lector con su fabulación, o, por decirlo de otro modo y como me gusta advertir a mis alumnos, de proponer un juego basado en las palabras que respete unas reglas comunes prestablecidas entre el que emisor y el receptor. Así es como hay que entender la Literatura. Así es como hay que entender el Arte. Acepto, pues, la crítica a Pérez Reverte y a su novela en cuanto a la no aceptación de sus reglas, pero no comparto la afirmación de que la mezcla de ficción y realidad en la novela sea “una tomadura de pelo”. De esta manera, toda la historia de la Literatura habría de ser una inmensa estafa. Desde El Conde Lucanor a Yerma. Desde el Lazarillo hasta Alatriste. ¿Y qué hacemos con don Quijote, nuestro otro loco famoso? Son las cosas del Arte, que no entiende de verdades ni de mentiras. ¡Qué le vamos a hacer!
Piénselo y medítelo, querida MJosé, porque creo observar a lo lejos que Javier Cercas asiente con la cabeza,… aunque esto no salga en la película protagonizada por Javier Gutiérrez.
El móvil (Literatura Random House, 2017), de Javier Cercas | 110 páginas | 22,50 euros

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