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Todo lo contrario

portada-de-la-lluvia-en-la-mazmorraLUIS MANUEL RUIZ | No hace mucho, con los vaivenes estos de la memoria y la historia y lo que les acompaña, nos despertamos sobresaltados por la noticia de que iban a retirarle a Enrique Jardiel Poncela la calle que lo recuerda en Madrid. Tenía todas las papeletas: autor menor, de comedias, entregado a su público, sin mayor respeto por las academias, y encima colaborador de los franquistas durante la dichosa guerra. Aspectos todos que obvian que Jardiel es seguramente uno de los escritores más versátiles y originales con que cuenta nuestra lengua, y que leerlo, hoy, supone todavía una refrescante experiencia de la que quedan muy lejos tantos y tantos clásicos que sobrecargan a los esforzados estudiantes de bachillerato. Juan Ramón Biedma, autor de La lluvia en la Mazmorra, igual que Luis Alberto de Cuenca, (que firma el prólogo) es de mi misma opinión y, cansado de ver el nombre de tan enorme creador arrastrado por la mugre, en dirección a esa otra mugre del olvido, ha decidido rendirle un homenaje a su peculiar modo. Estas cuatrocientas páginas de suspense y avatares son el resultado.

Para su dedicatoria, Biedma elige un género que a primera vista parece no casar o hacerlo mal con la comedia de salón y el retruécano chistoso en que el madrileño se especializó: la novela policíaca. Y sin embargo, sale airoso de la apuesta poniendo en juego todo su oficio, que es mucho, y acompañando los ingredientes jardielianos con otros de cosecha propia y los que ha podido ir espigando al socaire de la época y del ambiente en que transcurre la acción. La figura del dramaturgo queda retratada con esmero en sus detalles biográficos, en rasgos de carácter y actitud que nos lo hacen tanto o más cercano de lo que debe de serlo para el autor: al efecto, sirven de sostén la gran cantidad de aforismos y expresiones exhumadas de sus obras (teatrales y no) que salpican los diálogos. Pero el tributo a Jardiel es sólo la parte más visible o primera (el proscenio) de un relato que alcanza mucho más allá: que se extiende al dibujo de toda una época, la de la agonía de la dictadura (la «dictablanda») de Primo de Rivera y las convulsiones políticas y sociales que vendrían a desencuadernarla. Según suele en sus novelas, Biedma se ha documentado a conciencia y nos ofrece una sucesión de postales del Madrid de los primeros años treinta, donde se superponen el mundo teatral, la alta y baja política, la vida de barrio, los bajos fondos, la farándula en sus diversas y sórdidas variantes. Todo enhebrado en un musculoso relato de acción e intriga que mantiene al lector literalmente adherido a la página y que cuenta, amén de los preceptivos giros argumentales, con un elenco de personajes recortados a tijera, con muchísimo cuidado en el perfil, y que quedan flotando en el aire mucho después de que las pastas se cierren.

Sin ánimo de desvelar más de lo estrictamente necesario, la trama discurre del siguiente modo. Hernán, protagonista típico de novela negra, desengañado, problemático y sereno (de profesión), se cruza en una de sus rondas nocturnas con Marcela, dramaturga y liante donde las haya, cuyo padre, don Serafín, médico, ha desaparecido en siniestras circunstancias al tiempo que ella recibe un extraño paquete. La desaparición coincide con la muerte de la diva de la escena Ana Ermitaño, amante confesa del rey Alfonso XIII, y con un oscuro tinglado alrededor de un autómata calígrafo y de un proxeneta obeso que involucra a una pobre maestra de niños deficientes, Antolina Vilches. El resto, incluyendo prostíbulos, emboscadas, engaños, aristócratas que regresan de la muerte, sainete y conspiraciones ministeriales, conviene al lector descubrirlo por sí solo. La lluvia en la Mazmorra constituye un nuevo episodio de ese tipo de novela que, igual que Tus magníficos ojos vengativos cuando todo ha pasado o El imán y la brújula, sabe hibridar el género negro más negro (y aquí lo es de verdad) con el terror, la intriga psicológica o el relato de costumbres, y en el que Biedma se revela a cada última entrega un consumado maestro. Un originalísimo homenaje a un autor que no merece ser borrado de la memoria de nadie. Más bien todo lo contrario.

La lluvia en la Mazmorra (Versátil, 2016), de Juan Ramón Biedma398 páginas | 21 € | Prólogo de Luis Alberto de Cuenca 

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