ALEJANDRO LUQUE | Cuando supe que Zeina Abirached y Mathias Enard, después de coincidir el año pasado en el Tres Festival de Granada, se habían reunido en un proyecto de cómic, pensé de inmediato en esos supergrupos que se forman con músicos de distinta procedencia, no sé, como Ritchie Kotzen, Billy Sheehan y Mike Portnoy fundando los Winery Dogs. Lo que sucede es que en esas bandas nunca queda claro a priori quién marcará el tono dominante, pues los grandes músicos suelen tener también una personalidad fuerte y resulta difícil establecer equilibrios entre ellos.
Aquí tenemos un supergrupo de dos. Abirached es una dibujante libanesa que empezó adscribiéndose a la escuela Marjana Satrapi, para ir revelando muy pronto una personalidad muy marcada, con composiciones imaginativas y un sentido del humor tan sutil como efectivo. El francés (muy españolizado) Enard, por su parte, ha ido conformando como novelista una obra abultada, ambiciosa, que tiene en el conocimiento de latitudes más o menos lejanas una de sus fortalezas mayores, llegando a conquistar el Goncourt con la novela Brújula.
Tomar refugio es su primera incursión en el cómic, y algo se nota esa condición de principiante, sobre todo en el ritmo. La obra conjunta carece de la chispa y la vivacidad que reconocíamos, por ejemplo, en El piano oriental, la anterior obra de Abirached. Seguramente Enard quería imprimir ese tempo pesado, con abundancia de silencios y suspiros, y diálogos muy fragmentados, pero el resultado, en principio, no termina de funcionar. Solo el amplio catálogo de recursos de Abirached logra que el interés no decaiga.
La narración está compuesta de dos historias combinadas. Una, de ambientación actual, es la del difícil romance entre Karsten, un joven berlinés, y Neyla, refugiada siria que trabajaba como astrónoma, a la que aquél ayuda y enseña la lengua de Goethe. La otra es la que Karsten lee en un libro titulado precisamente Tomar refugio, y donde se cuenta la peripecia de Annemarie Schwarzenbach y Ella Maillart en 1939, cuando pasaron unos días en Bagram, Afganistán, con los arqueólogos Ria y Joseph Hackin.
Estas identidades no se revelan a la primera, pero van tejiendo un doble plano en el que las preocupaciones mundanas –la guerra en Siria por un lado, el ascenso de Hitler por otro– se miran el espejo de lo eterno, que no es otra cosa que el cielo estrellado y sus constelaciones. El guion de Enard va elaborando a partir de ahí un discurso sobre el desarraigo, el amor, la poesía y el arte como conjuro contra el odio, la necesidad de preservar la memoria y de defenderse de la sinrazón destructora de los fanáticos que no resulta completamente nuevo, pero sí sigue siendo necesario en los tiempos que corren.
El escritor, fogueado en la novela de largo aliento, tiene aquí que obligarse a una contención en la que no siempre parece sentirse a gusto, si bien el talento de Abirached, que sí parece a sus anchas en su medio, siempre acude al rescate. A ella el reto de trabajar por primera vez con textos de otro sí parece estimularle, la hace salir de su zona de confort –por decirlo de algún modo– y le permite ensayar variaciones nuevas dentro de su sólido lenguaje gráfico.
En todo caso, este Tomar refugio podría ser solo la primera entrega de una larga colaboración entre ambos creadores, cuya pasión mediterránea compartida puede seguir dando mucho juego en el futuro. El supergrupo de dos acaso no ha hecho más que empezar.
Publicado previamente en la revista M’Sur.
Tomar refugio (Salamandra, 2019) | Zeina Abirached y Mathias Énard | 344 páginas | 26 euros | Traducción de Robert Juan-Cantavella