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Versus contra Versus

190129 Versus

«¿Pero dónde está Versus? ¿En qué grados, en qué legua, en qué nada azul y loca que no tiene final?».

 

LEONOR RUIZ | Querido Versus,

luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Nabokov y El hombre que amaba a las islas (D.H. Lawrence) nos hicieron pensar en ti, en tu isla, en tus ansias, en tu sufrimiento, en la condición humana, aunque la conexión con esas obras pueda quedar en entredicho, como todo en los pliegues de nuestra naturaleza, de la que tú eres parte todavía, a pesar de encontrarte perdido entre mares incógnitos.

En esta carta te llamaremos Versus, Versus a secas, sin bastardilla ni florituras, pues no vemos manera de separar título y protagonista, arrojados como estáis el uno en brazos del otro (y bien que hacéis).

¿Cómo empezar? ¿Qué decir de ti, Versus, y presentarte ante otros? Habitas una isla desierta, pequeña, con su palmera única en el centro, oculto tras una portada (estampa de apertura, autoría equis) color verde caribe. Diremos que hubo un antes y un después a tu naufragio (porque hubo un naufragio). Y que hablaron de ti allá en 2013, en concreto en la editorial Elkarlanean, en euskera, lengua de cuna de tu políglota autor, de quien heredaste —o al menos eso comenta él— numerosas cualidades.

Después de leerte tenemos la impresión de conocerte bastante bien, Versus. Y, a mayor conocimiento —ya se sabe— mayor comprensión y más cariño. Pero a la vez, mayores problemas. Y más ocasiones de empezar a discutir contigo. De la manera más tonta, por lo que sea. Es una tradición humana a la que seguiremos fieles por los siglos de los siglos, creemos.

Porque como nosotros, Versus, y aunque te tragues peces voladores, tú no eres un ser sobrenatural, tienes un cuerpo, con su flojera y sus necesidades, y te contradices mucho al pasar del pensamiento a la acción, sin olvidar tus cambios bruscos de temperamento. Que no piensen los lectores que nunca te enfadas: lo haces y con genio. A menudo te inquietas e impacientas. Te invade la angustia porque no encuentras respuesta a tus preguntas. Porque estás solo, más solo que la una. Y conforme aumenta tu soledad, crece tu asco por habitar esa isla. Sin ponernos muy empáticos, te comprendemos, Versus.

Para expresar tu realidad, la papeleta terrible que te encierra, creas tu propio universo, que une lo que te arroja el mar, lo que sale de ti y lo que te cae del cielo. Y ese peculiar mundo —sensorial, memorístico, anímico— nos llega a través de estas páginas mágicas (¿te importa que usemos este tópico, páginas mágicas, para hablar de tu libro?). La actualidad, tu denso magma literario (fuiste un gran lector y todavía un hombre culto, Versus), la Biblia, el arte, las seis lenguas que hablas, tus conocimientos de Historia, la ciencia, la metafísica, los mitos…

Sueños, ilusiones, añoranzas. Algunas apariciones imprevistas —nunca humanas—. La soledad de frente, Versus.

De vez en cuando —con frecuencia, diríamos— te nos pones lírico y melancólico. ¿En exceso? Te dejamos el juicio. El cruel tira y afloja entre sentir y razonar te martiriza. Tanto por saber… ¡y ni lo más simple halla su alivio! Sabes que la palabra va a la contra. Que provoca arritmias y ventoleras aunque te encuentres perdido y exiliado en esa isla. Y por eso la usas. La palabra y algunos placeres físicos son lo poco que para ti, en tus circunstancias (saludamos a Ortega), vale la pena.

¿Que a qué género pertenece Versus? No pensamos que esto importe en absoluto, ¿verdad, Versus? Porque Versus lo es todo: prosa palpitante, reflexión solitaria, drama vital y lírica escondida. Un inclasificable. Un todo erigido sobre una isla-individuo. Noventa y nueve textos breves, estampas de una vida a la deriva, compactas, sin párrafos que crucen ni desfiguren la página.

En contraste, tú, Versus, tú sí que cambias. Lo haces a cada instante, inesperada y efusivamente. Esta estructura, perfecta en su simpleza, entrega a tu autor la más absoluta libertad creadora, dado que no existe cronología ni ligadura temática alguna entre estampas. Fraseo impar, cambios de compás a cada poco: cada pentagrama —cada momento de vida— mecido por un oleaje impredecible y distinto.

Narrado en un nosotros del que aquí hemos querido servirnos como forma de acompañarte, Linazasoro emplea también el impersonal de se y la segunda persona (se te habla a ti, Versus, claro): «No te calles, Versus, no te quedes sin palabras, que no te venza el desorden del mar».

Atemporal estancia. Divertidos disparates. Desbordante imaginación. Espíritu libre. El absurdo nos hace reír y nos inquieta: ¿Qué es lo que somos, a dónde vamos? Ni la más remota idea.

«Versus quiere abrir una ventana», nos hacen saber, próximos al final. Abrámosla juntos, Versus, angelillo. Yo también estoy cansada (¿ves que me paso a la primera persona?). Y tan sola como tú, Versus.

Para terminar, vemos que Linazasoro ha publicado muchísimo. Sabemos poco de él en castellano. Que nos avise por favor cuando lleguen nuevas traducciones. Hasta pronto y gracias/mesedez por Versus.

*Versus ya fue reseñado en esta misma web: http://www.criticoestado.es/hay-otros-mundos-pero/

Versus (Jekyll & Jill, 2018) | Karlos Linazasoro | 105 páginas | 12,50 euros

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