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Réplica arcoiris

ILYA U. TOPPER |Hay grandes literatos que siempre escriben la misma novela. Durante años, incluso décadas; con notable éxito mercantil. No necesariamente es una novela mala; puede ser incluso excelente en algunas de sus muchas versiones, y no siempre en la primera, por lo que hay que alegrarse incluso de la repetición. Podemos atribuir este afán de réplica a una eterna insatisfacción del autor con su obra, decidido a intentarlo una vez más, a ver si sale mejor, o podemos pensar que simplemente hay quien encuentra su nicho de mercado y empieza a vender lo que se le pide.

No conozco el nivel de ánimo autocrítico de Pajtim Statovci, escritor finlandés nacido en Kosovo (1990), pero nicho de mercado ha encontrado: la lista de premios literarios ganados en Finlandia es más larga que la de sus hasta ahora tres novelas, es decir, tres veces la misma novela. No he leído la primera, Mi gato Yugoslavia (2014), escrita con 24 años, pero la sinopsis en la crítica —que lo ha considerado un debut prometedor pero inmaduro y muy mejorable— destaca las mismas piezas de recambio que componen la última, Bolla (2023): un hombre albanokosovar inmigrante en Europa, violento e inadaptado, una mujer sumisa esposa dedicada al hogar, que poco a poco se va soltando del yugo matrimonial, un poco de folklore albano y, por supuesto, la homosexualidad. Solo que en Mi gato, según leo, es el hijo el que es homosexual, y en Bolla lo es el padre.

Esto no es un spoiler, porque nos enteramos de la orientación sexual del narrador en las primeras páginas, mucho antes de que este se convierta en emigrante. La historia de amor clandestina entre Arsim, un joven albanokosovar con ínfulas de futuro escritor, y Milos, un estudiante de medicina serbio, es el arranque, el planteamiento de la novela. Estamos en los años noventa; lo de clandestino es aún más por ser homosexual que por ser albano y serbio. Luego llega la guerra.

Statovci construye un relato creíble con la obsesión de un hombre por lo que fue su único amor y retrata de paso, aunque solo a través de la mirada de este hombre, el sufrimiento de las mujeres casadas, por obediencia y sin preguntar, con un hombre gay que no puede admitir su condición —algo que ocurre a diario en buena parte de los países mediterráneos, de Turquía a Marruecos— y que normalmente son las grandes olvidadas cuando se habla de la discriminación contra los homosexuales.

La violencia que Arsim desarrolla hacia su esposa Ajshe, esas bofetadas que parecen no venir a cuento, es realista, pero no está especialmente bien narrada: está ahí porque sí, porque ya sabemos que los hombres pegan, todo en orden ¿no? El narrador en primera persona no se plantea su propia actitud, no reflexiona nunca sobre la parte de responsabilidad que le incumbe a él mismo por mantener el sistema patriarcal que está reproduciendo. Cuenta lo que hace, pero lo cuenta como si se contemplara a sí mismo en una película muda. Digo contemplar y no observar, porque no saca ninguna conclusión de lo que ve.

Esta frialdad narrativa es calcada a la que percibimos en la segunda novela de Statovci, El corazón de Tirana (2021), cuyo protagonista es un emigrante albanokosovar que se hace pasar por transexual. Solo que ahí, esa mudez emocional se explicaba, o me la explicaba yo, con la necesidad de mantener al lector alejado del personaje para que no descubra el pastel hasta el final, para que nunca sepa cuánto es realidad y cuánto es farsa y escenificación en lo que cuenta el narrador en primera persona. El engaño como efecto del estilo. Frente al show a menudo poco creíble de aquel personaje, Bolla tiene la ventaja de ser realista con una trama que funciona, pero el inconveniente de que esta manera de contar las cosas sin ahondar no tiene ya justificación literaria.

Y tampoco es que el final de la historia esté especialmente bien resuelto: la trama se va cerrando en un arco narrativo correcto, pero con cierta precipitación y queda muy lejos de aprovechar todo el potencial de esa historia de amor en tiempos de guerra y de locura, como un río caudaloso que de repente se va ahogando en la arena. Hay mucho Arsim en esta novela, y muy poco Milos, pese a la consabida técnica de dar voz a ambos, contar la vida del otro mediante apuntes de un diario, textos intercalados en cursiva. Habría sido fácil desarrollar el personaje del otro; los fundamentos estaban ahí, pero Statovci ha renunciado a colocar el techo.

«No sería una sorpresa que su próximo libro acertara donde este falla», concluyó una crítica de Mi gato Yugoslavia. A la tercera podemos repetir esta esperanza: si Statovci escribe la misma novela suficientes veces, quizás algún día le salga redonda. O bien se instala en la repetición, alentada por una ristra de premios y aplausos que le afianzan en la convicción de que lo que hace ya está bien. Esperemos que no. Esperemos que se dé cuenta de que estos premios no son por su calidad literaria sino por perfilar personajes homosexuales en un ambiente de discriminación. Cuando tienes la bandera arcoiris desplegada sobre el escenario, la calidad artística es lo de menos: el mercado te devora. Statovci lo sabe: es precisamente la trama del narrador-impostor en El Corazón de Tirana, que llega a finalista de un concurso de canción sin saber música.

En la edición española, las tres versiones de la novela de Pajtim Statovci tienen la misma portada: la cara de su autor. El mercado era eso.

Bolla (Alianza, 2023)  |  Pajtim Statovci  |  242  páginas | 19,50 euros | Traducción de Laura Pascual

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