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La verdad y el dolor

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Lo que no tiene nombre

Piedad Bonnett

Alfaguara, 2013

ISBN: 978-84-204-1498-0

136 páginas

17 €

 

 

 

Antonio Rivero Taravillo

No son pocas las obras, en poesía o prosa, dedicadas a seres queridos que han dejado de vivir: el padre (Jorge Manrique en sus coplas), la amada (C. S. Lewis en Una pena observada), el amigo (Alfred Tennyson en In memoriam A.H.H.); pero, afortunadamente, las dedicadas a los hijos muertos no son tantas: en España, dos muestras son Mortal y rosa de Francisco Umbral o Hilos de Chantal Maillard (en este segundo caso, el deceso fue también a causa de un suicidio, como en el libro que nos ocupa).

Cuántos testimonios del traspaso que padece el corazón de alguien. Y ninguno sobra, pues cada sufrimiento es único, no se puede transferir; a lo sumo, tal vez se pueda aprender a cargar con él de manera que sea menos insoportable. Aunque las palabras no basten, ayudan. En el conciso y lleno de sentido “Envío”, al final del volumen, la autora de Lo que no tiene nombre escribe: “Otros levantan monumentos, graban lápidas. Yo he vuelto a parirte, con el mismo dolor, para que vivas un poco más, para que no desaparezcas de la memoria. Y lo he hecho con palabras, porque ellas, que son móviles, que hablan siempre de manera distinta, no petrifican, no hacen las veces de tumba.”

El padecimiento que ha tenido que soportar la poeta y novelista colombiana Piedad Bonnett ha tenido que ser enorme: primero, y a lo largo de una década, la enfermedad de su único hijo varón, una dolencia psiquiátrica tal vez ocasionada por los efectos secundarios de una medicación contra un mal físico; luego, y no hay temor en desvelarlo porque el libro comienza al día siguiente del fatal desenlace (ese terrible sintagma lexicalizado que no puede trasladar su significado completo), el suicidio del chico: Daniel, Dani. La muerte de un hijo es una ordalía cuya magnitud se nos antoja ya por sí incomparable; si además esta es por suicidio, prácticamente inconcebible. La madre observa: “Pero ningún amor es útil para aquel que ha decidido matarse. En el momento definitivo, el suicida sólo debe pensar en sí mismo para no perder la fuerza. Incluso, una de las razones para escoger el final es que nuestro cariño le pese demasiado.

Narrada casi en su integridad en el tiempo presente, Bonnett cuenta la historia, o más bien el historial clínico de su hijo: los diferentes episodios, las consultas por las que pasa, pero también señala sus rasgos de joven cariñoso y perfeccionista, que tiene novias, y pinta y dibuja, porque Daniel es un artista, como tantos que han reunido una psique dolorida y un impulso creador. Este libro trata de su vida y de todo lo que aboca a su muerte desde la esquizofrenia. La autora disecciona esa tragedia dando voz al hijo cuando escribe: “Pero ahora mi personalidad está dividida. Estoy habitado por otro, y ese otro recuerda, desgraciadamente, al que en verdad soy. No puedo ser ni uno ni otro. Sin droga, no soy yo. Con droga, dejo de ser yo.

Bonnett no se engaña, este es un libro de una desgarradora sinceridad: “Daniel era mi hijo, y con toda certeza esta semblanza de trazos gruesos está deformada de manera involuntaria por el amor que le tuve.” En Biathanatos, su tratado sobre el suicidio aunque jamás emplee este término (como apuntando en una prolepsis a Lo que no tiene nombre), John Donne afirmaba que, de acuerdo con la naturaleza, la mentira es peor que la autodestrucción. Héctor Abad Faciolince, compatriota de la autora y autor de El olvido que seremos (otra elegía indagatoria, en este caso sobre su padre), ha escrito del libro de Bonnett que en él ha aprendido que no hay consolación, y que cree de esta lección “que vale la pena de decirse, de escribirse, porque es verdad.

Pero hace bien a quien atraviesa un duelo hallar experiencias similares, y sentir el abrazo, aunque sea entre las páginas, de quien ya ha pasado por lo mismo. En Colombia, con tantos jóvenes muertos de manera violenta, Lo que no tiene nombre, que no es libro de autoayuda sino pura literatura, aunque no ficción, se ha convertido en todo un fenómeno editorial. Ahora se publica en España este libro sobre la verdad y el dolor, que –bien se ve en el ejemplo extremo aquí relatado– acaso no sean más que una única cosa.

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